Reproducimos a continuación el texto íntegro con el que dio inicio el evento “Aliados en el camino de los derechos“* el pasado domingo, en la ciudad de Chihuahua:
Buenas tardes. Mi nombre es Misael García, soy parte de Altavoz LGBT+, un medio local independiente. Bienvenidos, y muchas gracias por acompañarnos.
Hoy estaremos leyendo textos de distintas fuentes, daremos una breve reseña de cada uno de ellos, uno por uno, del contexto y de los autores. Y hablaremos de un texto en particular, que requiere tal vez un poco más de atención. El texto se llama “The Faggots & Their Friends Between Revolutions”, o “Los Jotos y sus Aliados Entre las Revoluciones” en Español. No encontré ninguna traducción oficial, así que ese es el nombre que yo le di; pudo haber sido “los maricones y sus aliados”, o “los putos y sus amigos”, tal vez una traducción más literal, pero acá decimos “jotos” y se me hizo correcto usar un término más local. Es básicamente el libro que me animó a proponerle esta actividad a David Adrián, mi compañere y fundadore de Altavoz LGBT+.
“Los Jotos y sus Aliados Entre las Revoluciones” es un manifiesto gay escrito por Larry Mitchell en 1977 en forma de fábula, basado en las experiencias del autor viviendo en una comuna queer en los años 70s, enfocándose en temas de liberación sexual y anti-asimilación. Al ser un manifiesto, los términos que usa, los aforismos, el lenguaje y la estructura del texto son un poco contra-intuitivos, y al leerlo en voz alta se darán cuenta que la palabra joto, o vestida, y algunas otras, no se usan como los usamos hoy en día; de hecho, ni siquiera se usan como se usaban en aquél entonces. El propósito de un manifiesto no es reflejar la realidad, es presentar una visión. Y el autor lo usa como una propuesta de su propia visión del mundo, y de los ciclos de la historia.
Además del contenido –que espero que sea de su agrado, más adelante cuando lo leamos un poco– el título se me hizo muy atractivo, no sólo por la palabra “jotos”, sino por la visión de la historia de la comunidad LGBT más como una serie de intermitencias entre revoluciones y el correspondiente tiempo entre las revoluciones. Incluso en los años 70s, cuando el libro se escribió, al menos en la mente del autor, existía conciencia del legado del movimiento de liberación de las mujeres, el movimiento de liberación sexual, y de los disturbios de Stonewall; son esas algunas de las revoluciones pasadas a las que se refiere el título, y hablaba de manera profética acerca de las revoluciones que nos esperan en el futuro, y de nuestra responsabilidad en los tiempos entre ellas.
Es difícil saber si estas revoluciones que le daban esperanza a los jotos y sus aliados hace casi 50 años han sucedido de la manera en que ellos hubieran querido. Y es difícil hablar entre nosotros de la misma manera profética. Casi nadie usa ese lenguaje hoy en día. La revolución requiere una imaginación radical que puede parecer excesiva, o tal vez demasiado romántica. Pero para mí sigue siendo una forma atractiva de vernos a nosotros mismos y a nuestra situación. Una visión optimista. Algo qué esperar, algo qué construir. Más allá de la lucha, creo que para muchos de nosotros, la esperanza de la revolución es algo que nos ayuda a mantenernos de pie.
Nos encontramos aquí, hoy, entre los ecos de luchas pasadas y el murmullo prometedor de las que están por venir. Vinimos a escuchar juntos.
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“Ha pasado mucho tiempo desde la última revolución y los jotos y sus amigos todavía no son libres.”
— The Faggots & Their Friends Between Revolutions
Momentos como este son el interludio necesario donde reflexionamos, recordamos y construimos el camino hacia un futuro de justicia, igualdad y libertad.
El día de hoy, en el día internacional de la respuesta-lucha contra el SIDA, nos reunimos para honrar tanto las vidas que hemos perdido como las alianzas que nos han sostenido. Miramos al pasado no solo para recordar el dolor y las dificultades, sino para rescatar las lecciones que nos dejaron aquellos que lucharon antes que nosotros y de quienes somos herederos.
En los años 80s y 90s, enfrentamos a una de las crisis más devastadoras de nuestra historia. La pandemia del SIDA arrasó con nuestras comunidades, especialmente hombres que tiene sexo con hombres, nuestros hermanos gays y bisexuales, y de nuestras hermanas trans, mientras el mundo miraba hacia otro lado. Gobiernos indiferentes, sistemas médicos que fallaban, y una sociedad que nos señalaba como culpables en lugar de víctimas.
Pero aún en esos momentos de oscuridad, la luz nunca se apagó: fue la unión de quienes se negaron a abandonar a los suyos. Las mujeres, en particular las mujeres lesbianas, dieron un paso al frente, como cuidadoras, activistas y líderes. Donaron sangre cuando los hombres gay no podían. Alimentaron a quienes acechaba el hambre. Cuidaron de los enfermos cuando nadie más lo hacía. Exigieron respuestas del sistema médico y político. Su compasión y coraje no solo salvaron vidas, sino que también transformaron nuestra comunidad.
Este acto de solidaridad marcó una revolución interna. Al menos por un momento, rompió barreras de misoginia y división que existían dentro de nuestras propias filas y cimentó la alianza entre hombres gay y mujeres lesbianas. Son estos tiempos de crisis los que nos han enseñado una lección que seguimos aprendiendo (y desaprendiendo, lamentablemente): y es que nuestra supervivencia depende de nuestra capacidad de cuidarnos los unos a los otros.
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Sin embargo, a pesar de esta luz interna que nos ha guiado por generaciones, aún no somos libres. Aún enfrentamos sistemas que buscan silenciarnos, borrarnos y oprimirnos. Desde leyes anti-LGBT que amenazan nuestras vidas, hasta la violencia que enfrentan nuestras hermanas y hermanos trans, pasando por el racismo y el clasismo que fracturan nuestras comunidades.
Y es que esta lucha no es solo nuestra. Como comunidad LGBT, sabemos que nuestra liberación está intrínsecamente ligada a la de todas las comunidades marginadas. No puede haber justicia para nosotros sin justicia para nuestros hermanos y hermanas de comunidades racializadas, para las mujeres, para los pobres, para los migrantes. Las revoluciones feministas que nos precedieron nos enseñaron eso. Nos dieron el lenguaje para decir: “Lo personal es político.” Y nos dieron la fuerza para imaginar un mundo donde las jerarquías de poder pueden ser destruidas y la humanidad puede ser celebrada en todas sus formas.
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Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer énfasis en algo único que tiene nuestra lucha. A diferencia de otras comunidades marginadas, no nacemos dentro de una familia que pueda enseñarnos quiénes somos. No nos educan sobre nuestra historia, nuestras identidades o nuestras luchas en nuestras casas, escuelas, iglesias o en los medios de comunicación. Cuando hablamos de rescatar las lecciones que nos dejaron aquellos que lucharon antes que nosotros, hablamos de aprender quiénes somos directamente de otros miembros de la comunidad. Nuestros mayores son quienes nos pasan las historias, las lecciones y el valor, que son nuestro derecho. Somos una comunidad que se educa a sí misma, que se construye a través de la transmisión interna de la memoria y el conocimiento.
Por eso, nuestra responsabilidad no es solo con el presente, sino también con el pasado y el futuro. Recordar es un acto revolucionario. Mantener viva la memoria de quienes lucharon y resistieron es una forma de asegurar que sus sacrificios no fueron en vano. Y educar a las nuevas generaciones es nuestro compromiso con un futuro más justo.
Hoy, afirmamos esta responsabilidad. Valoramos las historias de las lesbianas que cuidaron a las víctimas de la pandemia del SIDA. Recordamos a los activistas que se levantaron contra un sistema indiferente. Honramos a quienes murieron, luchando hasta el final. Pero también miramos hacia adelante, hacia las luchas que aún debemos enfrentar.
Estamos aquí para construir una revolución más grande, más inclusiva. Una revolución que no solo se limite a nuestras identidades, sino que abarque la liberación de todos. Sabemos que el cambio no llega de inmediato. Es un proceso largo, un ciclo de luchas y renovaciones. Pero también es un espacio de imaginación radical, donde soñamos el mundo que queremos: es un mundo sin odio, sin opresión, donde el amor y la diversidad sean celebrados.
Compañeras, compañeros y compañeres, nuestra revolución sigue viva. Entre cada revolución, nuestra luz es la solidaridad. Nuestra alianza. Nuestra capacidad de soñar y construir juntas.
Sigamos recordando. Sigamos luchando. Sigamos soñando con el día en que los jotos y sus amigos finalmente sean libres.
Gracias amigues, es un honor estar aquí con ustedes, unidos en la labor que nos llama hoy y siempre, más grande que la resistencia: la revolución.
*Nota de le editore: Este fue el texto con el que Misael dio la bienvenida a los asistentes al evento “Aliados en el camino de los derechos”, que organizamos desde Altavoz LGBT+ en conmemoración del Día Internacional de la Lucha contra el VIH/SIDA, el pasado domingo 1 de diciembre de 2024 en el café Mandala, en el centro de la ciudad de Chihuahua. Gracias a las personas que asistieron y al personal del café por sus amabilidad y facilidades para llevar a cabo el evento. Y un especial agradecimiento a quienes se animaron a prestar su voz a la selección de textos que hicimos para este eventos, y a quienes compartieron sus experiencias personales. Les queremos mucho.
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