Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
Por David Adrián García
Con un par de mensajes y emojis en Grindr, una app de ligue para hombres, se pacta el encuentro que puede extenderse todo el fin de semana. Tomás es artista y activista, vive en Ciudad Juárez, en la frontera con El Paso, Texas, Estados Unidos. Ahí conoció el cristal, una droga que se ha popularizado en años recientes entre los hombres gay y bisexuales. Explica que las sesiones de consumo se organizan en línea:
“Primero, al crear tu perfil de Grindr pones tu ‘diamantito’ en el nombre, si pones ‘dulces’ pueden ser diferentes drogas, el emoji de diamante se refiere al cristal. Y después se organiza: ‘¿A qué hora te caigo?’, ‘En tal lugar…’. Al principio del encuentro es ponerse a fumar un rato. Después es preparar los slams [consumo de cristal inyectado], cuando ya está uno ahí, y es hasta después que ya empieza el faje…”.
Tomás cuenta que comenzó a consumir cristal pocos meses después de mudarse a Juárez: “Llegué en enero de 2019, y para mayo o junio fue la primera vez que consumí cristal. Yo ya tenía el antecedente de haber usado coca en mis encuentros sexuales en donde vivía antes, por lo que no le tenía miedo a las drogas al iniciar en el cristal”.
Conoció la droga por encuentros sexuales con otros hombres:
“Empecé a usar cristal porque era la droga que estaba disponible aquí… Yo creo que mi perfil de Grindr daba para que la gente me hablara de drogas, porque siempre he sido directo de cómo me gusta el sexo y hay un estereotipo del que consume drogas en el sexo: el que consume drogas y coge, seguro coge a pelo, seguro le gusta el sexo guarro, sucio, es ‘entrón’, es lo que se piensa, entonces mi perfil dice todo eso y de ahí se hizo la conexión”.
El cristal, crico, foco, entre otros nombres y formalmente conocido como metanfetamina, es una droga estimulante y adictiva que afecta el sistema nervioso central. Su fabricación es relativamente sencilla, por lo que su precio puede ser muy bajo en las zonas donde se produce.
En Ciudad Juárez el cristal se ha convertido en una preocupación para las autoridades al menos en los últimos 5 años. En 2017, el 35.14% de toda la droga asegurada por la Fiscalía General del Estado de Chihuahua correspondía a cristal. Para septiembre de 2022, ya era el 49.15% del total.
Según datos de los Centros de Integración Juvenil (CIJ), una asociación civil no lucrativa fundada en 1969 e incorporada al Sector Salud mexicano, en 2021 en Chihuahua el 51.7% de sus usuarios reportaron haber consumido metanfetaminas alguna vez en la vida (media nacional: 50.4%), mientras que el 35.7% reportaron haberla consumido en los últimos 30 días, lo que se conoce como “consumo activo”. La media nacional de consumo activo de cristal es de 28.4%.
Los efectos estimulantes de esta droga permiten pasar mucho tiempo sin dormir y sin comer, por lo que es utilizada por transportistas, jornaleros, campesinos para tener largos periodos de vigilia, y operadores de la industria maquiladora, que tiene una fuerte presencia en las ciudades fronterizas como Ciudad Juárez.
Entre hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH), el consumo de cristal se ha popularizado en los últimos años como una forma de incrementar el placer en las relaciones sexuales. Esto se conoce como ‘chemsex’.
Ricardo Baruch, doctor en Ciencias de la Salud, activista e investigador en temas de salud de personas LGBTI, explica:
“El chemsex es una práctica sexual donde se utilizan drogas químicas para tener un intercambio más intenso y duradero, y que particularmente está acotado a hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres, es decir, no que las personas heterosexuales no tengan sexo con drogas, pero existen ciertas características alrededor del fenómeno que lo hacen más específico de la comunidad […] El cristal no es de uso exclusivo del chemsex, y para tener chemsex tampoco tiene que haber cristal. Sin embargo, al menos aquí en México, sí hay una relación muy cercana entre estos dos temas”.
Otras drogas que se suelen utilizar en esta práctica son la cocaína, la ketamina, el 2-CB, el viagra y los poppers.
Tomás reconoce que le intrigaba saber qué se sentía con el cristal: “Me acuerdo que al principio mucha gente me decía ‘No lo consumas, no es bueno’, pero yo ya venía de una vida de consumo en donde vivía antes, entonces no me daba temor [… ] La primera vez que lo usé fue con un man que me lo propuso. Me lo llevé a mi casa, y lo probé. Y efectivamente, lo que me permitía percibir en el cuerpo durante el sexo fue muy notable, lo disfruté mucho”.
El cristal aumenta considerablemente el nivel de dopamina en el cerebro, lo que incrementa el placer durante las relaciones sexuales:
“Te sube muchísimo el nivel de dopamina, te sientes muy feliz, con mucha energía, con mucho ímpetu”, explica Ricardo Baruch, “y a nivel cerebral esto provoca una adicción muy fuerte a tener unos niveles muy altos de dopamina…”.
Otro de los efectos del cristal es la desinhibición, lo que permite que las personas que lo consumen se permitan cosas que en sobriedad no harían. Tomás explica que estos efectos también se potencian según el rol que se asuma durante el sexo:
“Por ejemplo: si me drogo, me pongo más vulnerable, más dispuesto, más sumiso, más complaciente. Esto tiene que ver con una fetichización con el consumo. O por el contrario, me drogo para dominarte, para tener más fuerza, para aguantar más, todo es según el rol que asumas en la relación […] La segunda vez que usé cristal fue con otro man desconocido. Yo ya había practicado fisting [práctica sexual que consiste en introducir el puño total o parcialmente a través de la vagina o el recto], y me dijo: te drogo para que aguantes, y en efecto, fue inmediato. El cristal me ayudaba mucho a poder aguantar el fisting”.
Según la dosis aplicada, los efectos de esta droga se pueden extender hasta 24 horas, aunque lo común es que quienes los utilizan consuman varias dosis durante una misma sesión, que puede durar varios días. Ricardo Baruch explica que al suspender el consumo de cristal uso se presenta un efecto depresivo en el sistema nervioso:
“Si de repente te quitan la sustancia te da un bajón. Hay mucha gente que empieza a notar, que ya no puede tener, ya no digamos algo relacionado con el sexo, sino más bien ya no pueden tener su vida diaria sin estar consumiendo porque su cerebro ya no puede recuperar el nivel de dopamina”.
La dopamina es un neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo, y que causa sensaciones placenteras y de relajación.“bajón” se conoce entre los consumidores como “malilla”, y puede durar días, dependiendo de varios factores:
“Mi primera vez la malilla fue terrible. No dormí como por cuatro días y me dolía mucho el cuerpo […] Como en ese entonces estaba estudiando decidí dejar de consumir hasta que tuviera vacaciones”, cuenta Tomás.
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Los hombres gays han utilizado el cristal en sus relaciones sexuales durante décadas, en distintas partes del mundo. Está documentado su uso en este grupo social en Estados Unidos durante la época disco en los años setenta, pero es muy probable que se utilizara desde antes. En Ciudad Juárez se vuelve un poco más complicado rastrear el uso de esta sustancia en este grupo social en particular, sin embargo, datos del consumo en la población general dan una pista importante.
Hace 10 años, apenas el 2% de los usuarios de los Centros de Integración Juvenil del estado de Chihuahua buscaban ayuda para dejar el cristal. Las drogas de mayor impacto en dichos centros eran la marihuana y la heroína, con el 30.7% y el 17.4% de usuarios respectivamente.
Para 2016, las metanfetaminas se igualaron en impacto a la heroína, mientras esta iba a la baja en su consumo. A partir de 2020 el cristal superó también a la marihuana, y para finales del 2021 ya alcanzaba un nivel del 37% de usuarios que buscaban ayuda para dejarlo en Chihuahua, ligeramente arriba de la media nacional de 35.6% de usuarios.
Programa Compañeros A.C. es una organización con casi 40 años de trabajo con poblaciones que consumen drogas de forma inyectada, y personas que viven con VIH en Ciudad Juárez. Como parte de su trabajo, han documentado la historia del consumo de drogas en la frontera.
Julián Rojas es coordinador de la iniciativa de reducción de daños del Programa Compañeros A.C., y tiene 17 años dedicándose al acompañamiento de usuarios de drogas inyectadas. Ha podido ver de cerca el cambio en el consumo en Ciudad Juárez:
“Hubo un tiempo en que era un fenómeno muy intenso el uso de heroína combinada con cocaína, el llamado ‘speedball’; casi la mayoría de los jóvenes lo combinaban, fue un periodo de mucha intensidad. Pero ahora con la presencia del cristal, si bien no hay muchos usuarios que lo usen de forma inyectada, han ido en aumento”.
Rojas recuerda que hace varios años el consumo de heroína se concentraba en las clases altas, por su alto costo: “El consumo de usuarios hace más de 30 años eran los que compraban en El Paso, Texas, y tenía mayor costo. Al empezar el consumo en Juárez, la heroína se fue abaratando más y está más disponible. Ahora con el cristal está aumentando el consumo porque hay más y es más barato. Tiene que ver también con eso”.
David Montelongo, jefe de proyectos de la organización, agrega:
“Han evolucionado no sólo las sustancias sino la forma en la que se consumen. Para los usuarios veteranos, el consumo de heroína inyectada fue un proceso largo. Primero comenzaron con otras drogas ‘más leves’ y poco a poco llegaron a esa forma de consumo [inyectada]. Recientemente el uso de drogas como el cristal es algo que no tiene tanto tiempo, y normalmente se da el brinco de una sustancia más ligera a una de estas”.
Respecto al consumo dentro de la población LGBT+, David agrega: “En los 80’s, en Ciudad Juárez había ‘ghettos’, ese espacio oscuro, insalubre, donde tenías la oportunidad de vivir con cierta libertad tu identidad [como personas LGBT+]. Hoy la cosa ha cambiado, ya tenemos marcha del orgullo, ya hay matrimonio igualitario, se ha visibilizado, ya no hay ghettos, ahora hay ambiente LGBT+”. La normalización de la presencia de personas fuera de la heteronorma en la sociedad de Ciudad Juárez, aunada a la llegada de aplicaciones de ligue como Grindr, facilitó el aumento del fenómeno de consumo de cristal entre esta población. Montelongo explica:
“[El internet] nos da un acceso inmediato a otras personas y socializa fenómenos de forma inmediata, contrario a lo que ocurría cuando existían los ‘ghettos’, que sólo se conocía de voz en voz. Ahora Grindr está al alcance de tu teléfono, y es más fácil hacer el encuentro con alguien que también consume sustancias […] Es evidente que cada vez más hombres que tienen sexo con otros hombres consumen cristal de forma sexualizada, no tenemos registro estadístico, pero de forma testimonial lo sabemos”.
Ricardo Baruch asegura que existen personas con más posibilidades de caer en un consumo problemático del cristal: “Cualquiera lo puede consumir por sentir algo distinto, pero entre las personas que no son capaces de controlar su consumo se ha demostrado que hay temas de violencia en la infancia o en la adolescencia, discriminación, abuso sexual, baja autoestima […] No es en todos los casos, pero casi siempre hay algo roto en la persona […] Si a eso le sumas la cuestión de tener la sustancia disponible, que sea barata, pues se crea la tormenta perfecta”.
Pasa mucho con los ‘jotos’ ¿no? Que somos muy venenosos, siempre estamos compitiendo. Pero ¿sabes? Yo creo que eso no tiene que ver con el crico, sino con las dinámicas de discriminación en la misma comunidad: que si eres pobre, que si eres viejo, que si no tienes el tipo de cuerpo que a mí me gusta… Quienes estamos en una doble vulnerabilidad, la de ser gays y consumir cristal, estaría chido que nos uniéramos, que nos apoyáramos más…
Tomás
El consumo de drogas en las relaciones sexuales entre hombres se ha vuelto un tema de conversación en esta comunidad, al grado de existir productos culturales que giran alrededor de esta práctica. Desde exposiciones de arte, hasta sitios pornográficos que se enfocan en el consumo como vehículo de excitación, forman parte de esta integración del consumo de drogas a la “cultura gay”.
“Es una cuestión cultural que tiene que ver con el disfrute. Una de nuestras máximas como parte de un grupo social gay, es el pleno disfrute de la sexualidad y el placer, pero el placer potencializado a su máximo esplendor, o sea, no solamente sentir rico, sino que hay una búsqueda imparable de incrementar el placer”, comenta Juan Carlos Mendoza, doctor en ciencias en salud colectiva y especialista en salud LGBT+.
El especialista explica: “Compartimos esta cultura en los espacios donde convivimos: en sitios de encuentro, en antros […] estos espacios favorecen el consumo de drogas, todo va entrelazado, el hetero por lo general sale de su trabajo y se va con su familia. Con esto no digo que los heteros no consuman drogas, pero sus espacios no les favorecen para un consumo exacerbado como a nosotros”.
Según explica Juan Carlos, las diferentes experiencias que enfrentan en su vida los hombres cis gay y bisexuales en contraparte de sus pares cis heterosexuales hacen a los primeros más proclives al uso de drogas:
“Es el estrés de las minorías: además de lo que sufre o experimenta toda la población, nosotros [los gays] sufrimos un estrés extra por el hecho de nuestra orientación sexual. […] en algunas personas esto va a influir para su consumo de drogas. ¿Por qué? Porque es un paliativo para mejorar las experiencias negativas”.
La visibilización del consumo de cristal en la población gay ha creado la falsa idea de que ser una persona LGBT+ es un factor de riesgo para el consumo de drogas. David Montelongo nos explica que el riesgo no viene de la identidad sexual de la persona sino del entorno y la discriminación a la que la sociedad la somete:
“A veces pensamos que lo opuesto a la adicción es la abstinencia, como si fueran polos opuestos de lo saludable y no saludable. Más bien, lo opuesto a la adicción serían las relaciones estables, profundas, amorosas. Entonces ser LGBT no es un factor de riesgo, pero ser LGBT y vivir en un ambiente de alta discriminación, alta homofobia, rechazo familiar, relaciones quebradas, sí, ese es el factor de riesgo, no la identidad LGBT”.
El uso del cristal en ámbitos sexuales ha desencadenado en una tendencia a “erotizar el consumo”, y a crear contenido pornográfico gay dedicado a esta práctica. Una búsqueda rápida en sitios de pornografía con los términos ‘PNP’ (abreviación del término en inglés: Party and Play), ‘Meth’, ‘Slam’, ‘Clouds’, y otros relacionados, arrojan cientos de videos amateurs y profesionales de hombres consumiendo cristal, fumado o inyectado, mientras mantienen relaciones sexuales.
“Este fenómeno no era muy visible antes, lo de erotizarse con vídeos con uso de drogas, sobre todo en Twitter. En las plataformas grandes había [consumo de drogas] pero no mucho y ahora es muy común encontrar este tipo de producciones”, comenta Ricardo Baruch.
A pesar de que la pornografía es un producto de ficción, Baruch opina que esto puede traspasar el límite entre la fantasía y la realidad: “Hay evidencia al respecto, quizás no tanto en el uso del cristal, pero sí en la práctica del bareback [tener sexo sin condón]. El porno bareback tuvo una influencia muy fuerte en el cambio de la dinámica en Estados Unidos para dejar de utilizar el condón […] Es un poco lo mismo, o sea, yo estoy viendo todo el tiempo este tipo de vídeos y pues me erotizo porque veo que los güeyes están guapos y se la pasan chido, entonces pues voy a intentarlo a ver a ver si a mí también me va chido, ¿no? Entonces sí hay una fetichización de la droga”.
Te voy a hablar de un amigo. Él falleció de cáncer, entonces ya no lo ponemos en riesgo por mencionarlo. Él iba mucho a un lugar que se llamaba El Ruiseñor, un motel. Ahí organizaba sus fiestas, invitaba las drogas y quería que todo el mundo llegara. Yo fui un par de veces. Era muy generoso, y las fiestas duraban días. Ese lugar se volvió un lugar de consumo mientras él vivía, en cierto punto ese lugar y él se volvieron símbolo de fiesta gay. Una vez me platicó que quería escribir un libro donde contara todas sus experiencias. Le iba a poner “El Ruiseñor de Cristal’. ¡Hasta el título tenía y todo! Él se sentía que era el rey de las fiestas de cristal acá en Juárez y pues en cierto modo, sí lo era. Él era así, súper botado con las drogas.
Tomás
Un comentario común entre los hombres gay y bisexuales que consumen cristal es que se acostumbran a tener relaciones sexuales solamente con otros consumidores:
“Es real que tenemos sexo principalmente con otras personas que también consumen, por varias cosas: Primero, quieres que el encuentro sea largo porque te dura mucho la calentura. Tienes que estar dispuesto todo el tiempo, entonces lo ideal sería estar con alguien todo el tiempo. Por ejemplo, para una cogida casual, yo no consumiría, porque sería algo de una hora y luego yo me quedaría ahí, caliente”, explica Tomás.
Sin embargo, conseguir a alguien que le lleve el ritmo no es tan sencillo: “Yo estoy saliendo con alguien que no consume, y es de que: ‘Nos vamos a encerrar en un motel de un día para otro, ¿arres? Tú y yo, ¡arres!’. Pero si esta persona tiene sueño y se cansa, pues ahí me quedo yo despierto. Por eso es preferible que la otra persona también sea consumidora, porque así llevamos el mismo ritmo”.
El estigma que pesa sobre los consumidores, aunado a la fetichización del consumo como la cúspide del placer sexual entre hombres, orillan a muchos consumidores de cristal a buscar encuentros solamente con otras personas que también consumen, pues por un lado son rechazados por sus pares no consumidores y, por el otro, los efectos del consumo hacen que sus prácticas sean más complicadas.
“Yo podría coger con todo el mundo. El pedo es que cuando te asumes como cricoso, la gente ya no quiere coger contigo… Si alguien me dijera que sí quiere coger conmigo este fin de semana pero no quiere que consuma, yo le diría que no”, acepta Tomás.
Las sesiones largas en algunos casos incluyen a muchas personas a la vez, y es común que nuevas personas se integren a la sesión mientras otros se retiran:
“Son fiestas de sexo sin sexo, porque es como llegar a encuerarte y jalártela viendo porno, pero en realidad nadie está cogiendo porque ya ni se les para, y siempre quieres invitar más gente porque el que está aquí ya no te parece suficiente”, explica Ricardo Baruch.
También existe un sector de la población gay o bisexual que no se siente incluida en las prácticas de su comunidad por su tipo de cuerpo (por tener obesidad, por ejemplo), o por no cumplir con los estándares de belleza aceptados, que han encontrado en el consumo de drogas una forma de conectar con otros hombres con los que regularmente no tendrían contacto. Baruch explica:
“En nuestra comunidad es muy evidente el rechazo a los cuerpos diversos. Entonces hay gente que se siente que no puede coger con alguien “chido” [con “buen cuerpo”] a menos que estés encristalado, y entonces ahí sí agarras valor para hablarle a algún tipo que nunca le habías hablado, o para entrarle a cierto tipo de prácticas que regularmente no harías. Es un cóctel muy complejo”.
Yo creo que ya condicioné mi sexualidad a que siempre esté acompañada del consumo. Creo que para volver a tener sexo sin consumo es porque el consumo no esté presente en mi contexto geográfico, es decir, me voy a una ciudad donde no hay cristal. Eso me obligaría a reconfigurar mi sexualidad [...] A veces me quiero sentir mal por eso, de que mi sexualidad sólo depende del cristal. Creo que más bien es una decisión que yo tomé, acompaño mi sexualidad del consumo porque así me gusta y quiero hacerlo, y cuando ya no pueda hacerlo entonces me pongo en la tarea de replanteármela…
Tomás
El slam es el nombre con el que se le conoce al uso de drogas de forma inyectada antes o durante las sesiones de sexo. La droga se disuelve en agua, preferiblemente estéril, y después se inyecta directamente a la sangre. Hay varias drogas que se consumen de esta forma, como la ketamina, el MDMA, la cocaína y la metanfetamina.
Este método permite que se sientan los efectos de la droga mucho antes que otras formas de consumo, como fumada en una pipa de vidrio, que suele ser la más popular entre quienes se inician en el consumo de esta droga.
Algunos consumidores consideran el slamming como una evolución natural en su consumo de cristal: “En un momento todos los que conocía fumábamos, y de un momento a otro comenzamos a inyectarnos”, cuenta Tomás.
Fumar el cristal genera efectos más atenuados que tardan más en aparecer en el cuerpo, mientras que en el consumo inyectado el efecto es inmediato, más intenso y duradero. Esto es debido a que una cantidad de la sustancia se pierde en el proceso de consumir el humo, mientras que al disolver la droga e inyectarla directamente en la sangre, la dosis es más intensa.
Esta práctica implica riesgos como la posibilidad de provocar abscesos alrededor de la zona inyectada por introducir la sustancia en zonas diferentes a la vena, o con partículas poco disueltas que se quedan atoradas bajo la piel. Lesiones que requieren tratamiento médico.
En el caso de Tomás, el slam representa la principal forma de consumo. Explica que debe planear las sesiones de sexo y consumo con varios días de anticipación, pues sólo consume los fines de semana para poder recuperarse y volver a sus actividades regulares. Después de asegurar a la persona con la que tendrá la sesión, y pactar los detalles de la hora y lugar, deben asegurarse de que ambos cuenten con “material” suficiente. En caso de no tenerlo, deben contactar a su dealer.
“Al llegar al lugar de la sesión, desde el principio es ponerse a fumar para empezar, ¿no? Después es preparar los slams, cuando ya está uno ahí, antes de ponerse a fajar y todo esto… Para mí está bien hasta 30. De 40 o 50 se me hace súper alta [la dosis], y estaría muy bajito de 15”.
Tomás se refiere al tamaño de las jeringas en mililitros. Por lo general, el cristal se disuelve y se toma la cantidad que se va a inyectar. Sin embargo, la preparación casera del slam, así como una falta de estándar en la fabricación del cristal, hace que las dosis puedan variar de sesión a sesión, sin control del usuario.
Una vez aplicada la inyección, el efecto es casi inmediato. El “rush” comienza y se da paso a la acción sexual. Tras dos o tres horas, se toman un descanso, y el ciclo continúa:
“Yo me hago slams cada 6 horas más o menos. Cada slam me da menos efecto. En mi caso no me estoy exigiendo consumir más, yo sabía que mi cuerpo me iba a pedir más y eso es lo que no quería. Pero me he quedado en esta dosis, no creo que llegue a un momento en el que no sienta nada. […] Pero sí resiento los efectos de la droga, la orina te sale super amarilla dos días”.
En la universidad empecé una tesis sobre bareback, y yo pensaba: ‘Con esta tesis me estoy exhibiendo como estudiante’. Sentía que iban a pensar: ‘Si está haciendo una tesis sobre coger a pelo seguro es porque coge a pelo’. Y coger a pelo es una abominación, ¿no? Sólo equiparable a la drogadicción.
Tomás
Para Tomás, buena parte del riesgo de consumir cristal se encuentra en la desinformación de quienes comienzan a usarlo. El consumo de cristal en hombres gay y bisexuales combina dos de las formas principales de transmisión de VIH: las relaciones sexuales sin condón y el uso de drogas inyectables. Algunas organizaciones que trabajan de cerca con esta población suelen enfocar sus esfuerzos en promover prácticas que disminuyan los riesgos de transmisión del VIH entre quienes consumen cristal, como practicar pruebas de VIH, usar condón y la administración de pastillas PrEP, un tratamiento de profilaxis pre exposición que permite reducir considerablemente la posibilidad de adquirir VIH o el tratamiento antirretroviral para quienes ya viven con VIH, en el caso de que la sesión se alargue por varios días.
Expertos en salud sexual ven con preocupación el aumento del consumo de cristal como un factor de riesgo para el aumento de nuevos casos de VIH en la población de hombres gay:
“El uso del cristal es intrínsecamente erotizante y además crea una ansiedad por tener contactos, ¿no? Entonces para mucha gente es: ‘Pues lo que venga, como venga, y de preferencia sin condón…’. Incluso he visto resurgir el ‘bug chasing’ [práctica que consiste en erotizar la transmisión del VIH], un fenómeno que existía hace muchos años, y ahorita otra vez salen con frases como: ‘Te voy a dar mi leche vitaminada y así endulzado’. Todo el morbo que se relaciona con esto complica el uso de condón”. afirma Ricardo Baruch.
Por otra parte, es importante destacar que el tratamiento preventivo o de antirretrovirales para el VIH es efectivo aunque se practique el ‘chemsex’. Así lo explica David Montelongo, de Programa Compañeros AC:
“Una persona que vive con VIH y está adherida al tratamiento, aunque tenga prácticas de riesgo como el chemsex, no va a transmitir el VIH. Pero el consumo sexualizado de drogas da permisos que en sobriedad no se tendrían, como el sexo no protegido o parejas múltiples. Conozco casos de hombres que viven con VIH y son usuarios de cristal, y mantienen su tratamiento. Tu consumo no está peleado con el tratamiento”. De ahí la importancia de realizar pruebas de detección de VIH.
Para Julián Rojas, quien coordina la iniciativa de reducción de riesgos en Programa Compañeros, la reducción de riesgos es una alternativa para quienes no pueden o no quieren dejar el consumo.
“Se trata de incorporar mejores prácticas en el consumo y en sus prácticas sexuales […] Si bien la reducción de daños está bajo normativa oficial, nomás está en teoría. Nos ha tocado capacitar a personal médico y hay un total desconocimiento y falta de sensibilidad total”.
Un ejemplo de una campaña exitosa de reducción de riesgos fue la de “El Conductor Designado”, que desde los años 90 involucró a varios actores relacionados con el consumo de alcohol, como los bares y centros de entretenimiento:
“La campaña tuvo tanto éxito que tú podías ir al antro y el conductor designado recibía bebidas gratuitas sin alcohol, te daban un distintivo, etcétera. Tuvo un impacto positivo en la reducción de accidentes. Era una campaña de reducción de riesgos porque no se prohibía el consumo. En el consumo de cristal no hay estrategias de reducción de daños como esta”, comenta David Montelongo.
Programa Compañeros trabaja bajo una dinámica de acompañamiento de pares en los apoyos que brinda. Es decir, los jóvenes son atendidos por jóvenes, los consumidores son atendidos por otros consumidores, etcétera. Esto les ha permitido crear una fuerte relación entre sus usuarios y la organización, y les permite llevar sus programas a lugares donde por sí solos no podrían, como los lugares de consumo.
David Montelongo explica: “Yo no conozco una instancia de salud del estado que vaya a picaderos, ni siquiera creo que sepan dónde están […] El Estado provee el programa de prevención de VIH, pero únicamente de 9 a 5, en sus clínicas, pero ir a los antros los fines de semana, etcétera, eso es algo que el estado no hace. La necesidad es permanente, de día, de noche, de madrugada…”.
Yo digo que sí se está construyendo una ‘comunidad cricosa’, ¿no? [...] A diferencia de cuando uno va a unos baños de vapor o a unas cabinas donde hay todo tipo de gente, aquí con la comunidad cricosa hay ciertos códigos que todos entienden: que estamos en calzones, que se pasa la pipa, que todos ponen material…
Tomás
Para Tomás, involucrarse con otras personas que consumían cristal fue también una forma de insertarse en la vida gay de Ciudad Juárez. Con sus pares encontró un espacio para ser él mismo y construir comunidad desde adentro. Esto lo impulsó a crear, junto con sus amistades, el colectivo “Somos una vergüenza para toda la sociedad”. El nombre se inspiró en una mala experiencia con una organización LGBT+ de la ciudad, cuando sintieron que tanto por su consumo de drogas, como por sus prácticas sexuales y su “mala fama”, no encajaban en los espacios del activismo tradicional.
Entre sus temáticas abordan “las sexualidades desobedientes”, que se refieren a aquellas que se dan fuera de una pareja monógama: con múltiples personas, con uso de drogas, etcétera. Además buscan visibilizar estilos de vida no convencionales y el consumo de drogas.
Aunque el colectivo es relativamente nuevo, ya han creado exposiciones artísticas, y su proyecto más reciente consiste en la creación y entrega de fanzines enfocados en tener mejores prácticas en el consumo de cristal y que los consumidores estén informados sobre los riesgos del uso de cristal, pero también de cómo manejarlos.
“Si vamos a consumir drogas, que sea para pasarla bien. No está chido que una persona inexperta se muera por no tener la información, o que la pase súper mal, o que se meta en un pedo porque su dosis haga que cometa tonterías y termine en la cárcel. A mi me gusta hacer visible esto porque quiero que todas las personas que consumen como yo la pasemos bien”, dice Tomás.
Uno de los fanzines se llama “Cuando me malviajo”, que resume la sensación de persecución que pueden sentir las personas cuando la droga les hace un efecto que no era el esperado: “Siento que me persigue la chota, que me observan a través de las ventanas, que hay desconocidos en la casa, que me hackearon el celular… Me molesta la luz”. El reverso del fanzine se llama “lo que necesito” y da consejos para detener el “mal viaje”: “Necesito sentirme acompañado y en confianza, tomar mucha agua, detener el consumo, detener los estímulos como el ruido, las luces brillantes y la televisión, y cambiar a un espacio más tranquilo”.
El segundo fanzine habla del slam, y desde el principio advierte que no es información académica o científica ni tampoco una invitación al consumo, sino una experiencia sobre el mismo, así como consejos para el cuidado. Entre las recomendaciones que brindan para la práctica del slam están: estar en un espacio seguro, con personas de confianza, saber qué se está consumiendo, contar con material limpio para inyectarse y de preferencia nuevo, y tomar mucha agua. Además advierten que en el slam el efecto del cristal es inmediato, y recomiendan que los novatos usen siempre dosis bajas, aunque no se especifican cantidades, pues las dosis son diferentes para cada cuerpo.
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Una vez, mientras estaba en la tienda donde trabajo, me llegó un mensaje por Grindr de alguien a 400 metros que decía: ‘Te voy a romper la cara por cricoso y por sidoso’. Yo estaba dentro de la tienda, pero pues me salía a 400 metros de distancia, me podía buscar, y me amenazó sólo por ejercer mi sexualidad, por tener esos hábitos de consumo, de manera responsable o irresponsable, ¿a él qué le afecta?
Tomás
En Ciudad Juárez conseguir un dealer (vendedor) de cristal de confianza no es tan sencillo: “Que alguien te dé el contacto de un dealer es muy difícil en general, al principio lo compraba por medio de amigos”. En otras partes del país, como en la Ciudad de México, es común que los vendedores se anuncien en las mismas aplicaciones donde los usuarios pactan sus encuentros, como Grindr.
Sin embargo, la situación de violencia en Chihuahua, aunado a la función de geolocalización de la aplicación de citas Grindr, hacen peligroso anunciarse como vendedor en la plataforma, pues es relativamente fácil localizar a la persona.
Tampoco es tan seguro usar el diamante en el perfil de Grindr para identificarte como una persona que consume cristal: “Yo me hice una idea a partir de lo que me contaron cuando llegué a Juárez: si te identifican en un lugar de consumo que es conocido, estás en riesgo de que te maten, de que te persiga la chota para que saques información de tu dealer, o que sepan que consumes con un bando y vaya el otro bando y te persiga”, explica Tomás.
Ciudad Juárez es conocida a nivel mundial por ser una de las ciudades más peligrosas del mundo, alcanzando una tasa de homicidios máxima de 229.06 por cada 100 mil habitantes en 2010, y en este 2021 con una tasa de 95.79 por cada 100 mil. En numerosas ocasiones, las autoridades locales han culpado de esta violencia a grupos de la delincuencia organizada que pugnan por el control de la venta de drogas en la ciudad, así como de las rutas de transporte de estas sustancias hacia Estados Unidos.
A decir de las autoridades chihuahuenses, esta violencia fue la causante del trágico “jueves negro”, el 11 de agosto de 2022, donde 11 juarenses ajenos a los grupos delincuenciales fueron asesinados en distintos hechos, además de que se sembró el terror en las calles con la quema de varios vehículos y locales comerciales.
Meses antes de estos hechos, durante la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador del 18 de febrero del 2022 que se realizó en Ciudad Juárez, una reportera preguntó sobre ataques recientes a población donde hubieron 3 muertos y 7 heridos, y sobre el doble feminicidio cometido contra dos mujeres lesbianas en Ciudad Juárez que fue calificado como crimen de odio por activistas locales. La gobernadora de Chihuahua, Maria Eugenia Campos Galván, quien estaba presente en la conferencia, achacó esta situación a la pugna por la venta de cristal en Ciudad Juárez:
Maru Campos: … en coordinación con los mandos federales se ha logrado la detención de estas personas.
Reportera: En el caso del feminicidio, ¿verdad?
Maru Campos: Sí, en el caso del feminicidio. Y yo te puedo decir, es delicado hablar de las líneas de investigación, pero yo te puedo decir que son pugnas entre el crimen organizado, entre cárteles del crimen organizado y son dos cárteles que están establecidos aquí en Ciudad Juárez y es una pelea por la plaza. Y es delicado que yo te lo diga, pero esta es la situación.
Reportera: Okey, hay detenidos en el caso de los feminicidios, pero ¿qué pasó con el caso del bar ‘El Viejo Oeste’, que también…? Bueno, el caso de la balacera pública.
Maru Campos: También.
Reportera: Y cuando se refiere a que hay una pugna, ¿qué es lo que está ocurriendo?, ¿quiénes?
Maru Campos: El territorio, es el territorio para la venta de la droga.
Reportera: ¿Quiénes? ¿Quiénes están a cargo y qué grupos son?
Maru Campos: Específicamente por el cristal. No te voy a dar nombres de los grupos, de los cárteles, pero esto es lo que está sucediendo.
Esta situación pone en especial peligro a los consumidores de cristal en Ciudad Juárez, quienes por un lado pueden ser blanco de ataques por grupos criminales, pero también por las policías municipal y estatal, que frecuentemente detienen a personas por posesión de cristal. Aunque en algunos casos, la detención es más bien una forma de extorsión.
“De lo peor que me ha pasado con el cristal fue la vez que nos detuvo la chota [policía], y nos quitó 4 mil pesos que traíamos, por tener cristal. Te pasa esto y te quedas manchado por una culpa, como por estar haciendo algo ilícito. No sé, piensas qué pasaría si tus papás se enteraran o algo así”, cuenta Tomás.
Según datos de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua, en la entidad se han imputado de 2017 a septiembre de 2022 un total de 43,281 personas por delitos contra la salud en su modalidad de narcomenudeo. El 91.87% de ellos eran hombres (39,763) y más de la mitad, el 50.63% de ellos tenían entre 18 y 30 años (20,133). Destaca que el 7.8% (3,100) de los detenidos por narcomenudeo eran menores de edad al momento de su detención.
En Ciudad Juárez la situación es particular, pues del total de las 43,281 personas detenidas por narcomenudeo, 35,202 (81.3%) fueron detenidas tan sólo en el municipio fronterizo. De enero a septiembre de 2022 casi la mitad de toda la droga incautada a narcomenudistas en el estado era cristal, un 49.15%.
-¿En dónde estamos?
Es una pregunta común para Tomás tras dos días de consumo de cristal, en lapsos entre sexo y descanso, pero sin dormir. “Se me distorsiona la vista, las cosas no las veo igual, los colores los veo diferentes, veo cosas que se mueven pero que no se mueven, creo que tiene que ver con el consumo pero también con que no he dormido. Y algo muy común que pasa es que empiezas a desconocer dónde estás…”.
-Estamos en mi casa.
-Ah sí, en tu casa.
El consumo de cristal puede provocar ansiedad, alucinaciones, paranoia, psicosis, depresión e incluso tentativas de suicidio, por la combinación del uso de sustancias y la falta de sueño. Es más probable que se presenten estos efectos secundarios del cristal o metanfetaminas cuando se consume en dosis altas, en sesiones largas sin dormir ni descansar, o cuando se consume varias veces a la semana. La presencia de otros problemas de salud mental previos también aumentan la posibilidad de estos efectos secundarios al consumir cristal.
-Hay gente afuera, nos están viendo.
-¿Quiénes? No hay nadie.
-Asómate, ahí están.
Los consumidores llaman a estas alteraciones de la mente durante el consumo como “mal viaje”.
“El consumo de drogas está permeado por los prejuicios y la experiencia de quienes consumen varía mucho. Por ejemplo, el ‘mal viaje’. Yo no soy una persona que se malviaje con el consumo de cristal, pero es común encontrarse con personas que sí. Uno no sabe cómo llevarlo, y me ha pasado que ya no quiero verme con alguien porque se malviaja. Se supone que si uno se droga es para pasarla chido” comenta Tomás.
La “Guía para la reducción de daños asociados al uso de drogas inyectables en las sesiones de sexo” del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt-VIH) de España, recomienda que en situaciones donde uno de los participantes presente paranoia, psicosis o alucinaciones se debe:
Y en caso de que la persona esté muy agitada, es importante llamar a los servicios de emergencia o llevarlo a urgencias médicas para su atención.
Y si bien los efectos durante y después del consumo pueden variar de persona a persona, y según la cantidad y calidad del producto consumido, es cierto que entre más se consume más probabilidades existen de “engancharse”, y caer en un consumo problemático. Se considera que el consumo es problemático cuando afecta a otras áreas de la vida de la persona, tanto en su salud física y mental, como en sus relaciones sociales, de trabajo, etcétera, y cuando se tiene dificultad para controlar cuándo y cuánto se consume.
“A ratos siento que mi cuerpo entra en ansiedad. A veces tengo sueños sexuales. En mi sueño estoy consumiendo droga y me despierto excitado y ansioso. Yo creo que sí es un efecto que la droga le está haciendo a mi cuerpo y que yo no puedo manejar […] siento que mi cuerpo está entrando en abstinencia, y me da una o dos semanas después [del último consumo]. Me despierto sudando, es algo que ya no puedo controlar, y sí es algo que me preocupa, porque es una cuestión fisiológica que se sale de mi control, e incluso reconocerlo al principio me costó, porque tienes que reconocer que tu consumo a lo mejor ya no es tan consciente y responsable como creías”, reflexiona Tomás.
Juan Carlos Mendoza, biólogo, epidemiólogo y doctor en ciencias en salud colectiva, ha estudiado los efectos secundarios que el uso del cristal puede acarrear:
“En los daños al bienestar físico-biológico está el adelgazamiento, insomnio, trastornos de la conducta alimenticia, orina en tonalidades oscuras, dolor de articulaciones, temblores, vómitos, sudoración excesiva, bruxismo -que es cuando te aprietas la mandíbula-, taquicardia. En salud mental: alucinaciones auditivas y visuales, paranoia, psicosis, ansiedad y delirio de persecución. Y en riesgos asociados a la forma del consumo están quemaduras en la boca y labios, infecciones en la nariz, infecciones por una mala práctica en la inyección… En comparación con otras drogas, cuando está presente el consumo de cristal, ¡PUM!, se potencializan todas las afectaciones”.
El grado de adicción que genera el cristal es alto, lo que a decir de Juan Carlos hace que muchas de las personas que lo consumen caigan en un consumo problemático. Las largas sesiones de consumo y sexo pueden interferir con la vida de los usuarios, llegando al grado de dejar de hacer otras cosas por permanecer en el consumo, lo que puede significar para algunos perder su trabajo o relaciones interpersonales. O ambas.
“También hay afectaciones profesionales como la pérdida de trabajo, pérdida de las relaciones sociales, pérdida de pareja, de familia, de su entorno, de sus redes de apoyo, pero también en cuestiones de seguridad y violencia […] Ojo que esto es con todas las drogas, no sólo con el uso de cristal. En cuestión de seguridad y violencia, te expones a ser asaltado, golpeado, violado, incluso hasta perseguido por el narco, hay ciertas implicaciones en cuestión de la integridad cuando se consumen algunos tipos de drogas”, añade Juan Carlos.
Uno no sabe cuándo parar. A mí se me extiende mucho el tiempo sin dormir y digo: ‘Voy a hacer mi último consumo el sábado a las 2 de la tarde, para ya en la noche poder irme a dormir o ir de fiesta con mis amigos’. Pero resulta que a las 6 de la tarde otra vez te pican las ganas y estás con alguien, y es de ‘¿qué, vamos a darle?’. Y ya no vas ni a la fiesta, ni duermes, y el domingo que pensabas estar libre o lo que sea, estás enmalillado, y la verdad es que parar sí está muy difícil… Sí está muy difícil parar el consumo…
Tomás
Juan Carlos Mendoza explica: “Dentro de la población gay, no todo el mundo consume cristal. No es la epidemia que a veces se dice, pero lo preocupante es que quien lo consume por lo general llega a un consumo problemático […] Cuando tú manejas que es una epidemia lanzas mensajes a quien no consume cristal, entonces tus campañas no sirven. Pero si dices: ‘La gente que consume cristal está teniendo un consumo problemático’, todo tu esfuerzo va justo hacia las personas que consumen cristal y a prevenir ese consumo problemático o atenderlo”.
El especialista agregó que hasta el momento no se cuenta con un tratamiento probado para atender el consumo problemático del cristal: “No tenemos intervenciones efectivas donde puedas decir: ‘Si tú vas y sigues esta terapia, es muy seguro que lo vas a lograr’. No, apenas estamos indagando cómo atenderlo. Ni siquiera Centros de Integración Juvenil tiene una perspectiva enfocada a hombres gay o población LGBT+ en general, entonces ahí está el gran vacío y el gran reto que tenemos”.
Ricardo Baruch añade que este estigma impide que los servicios públicos de salud presten una atención adecuada a quienes llegan a solicitarla, pues gran parte del personal médico en México no cuenta con la sensibilización adecuada para atender a esta población.
“Existe un fuerte estigma hacia la comunidad gay y HSH en México, pero además este estigma se refuerza con el consumo: es difícil que alguien pueda llegar a un servicio y decir: ‘Anoche me metí un gramo y me cogí a cinco güeyes… Y además me inyecté’. Si esta persona va y recibe un servicio que no le trata bien, que le estigmatiza, pues obviamente no va a regresar”, dice Baruch.
En cuanto al enfoque adecuado en el tratamiento de esta adicción, Baruch agrega:
“La doctora Evelyn Rodríguez del Instituto Nacional de Psiquiatría está trabajando con la creación de pequeñas metas a mediano plazo: es decir, si alguien está consumiendo un gramo al día, que la meta sea bajarle a medio gramo. O alguien que está inyectándose, pues mejor que lo fume. O alguien que quizás ya no consume tanto, pues mejor que lo cambie a marihuana. Ofrecer ese tipo de alternativas es muy importante, en vez de ser tajante: ‘De aquí a un mes lo vas a dejar y no lo vas a volver a tocar’. Porque después las recaídas son muy comunes e incluso el consumo puede ser más intenso que antes”.
En Chihuahua, el órgano encargado de la prevención de las adicciones es la Comisión Estatal de Atención a las Adicciones (CEADIC), un ente de la Secretaría de Salud local. Al consultarle por solicitud de transparencia, la CEADIC asegura que cuenta con programas de prevención de consumo de drogas dirigidos a niños, niñas y adolescentes, padres y madres de familia, y público en general, sin embargo no cuenta con programas específicos dirigidos a la población LGBT+ o a hombres que tienen sexo con otros hombres, lo que hace más difícil enfrentar el consumo problemático en esta población específica.
Pese a que han realizado acciones para concientizar al personal de salud sobre esta problemática, las limitaciones del servicio público han evitado que la institución llegue a los usuarios. David Montelongo, del Programa Compañeros A.C., comenta: “Nosotros tuvimos un conversatorio virtual sobre chemsex con la Secretaría de Salud, y quedaron de publicarlo en su página de Facebook, pero curiosamente no está”.
En la página de Facebook de la CEADIC aparece la publicidad de dicho evento y otros conversatorios grabados en vivo. Sin embargo, el que hablaba del uso de drogas en el sexo por parte de hombres gay y bisexuales, nunca se publicó. David asegura que antes del conversatorio tuvieron pláticas con funcionarios de la Secretaría de Salud, y se dieron cuenta de que estaban limitados en el uso de imágenes y palabras que podían usar en su publicidad, o los materiales informativos para promover esta plática.
“Estaba todo muy cuidado, por ser gobierno, las personas pueden tener una actitud desprejuiciada y abierta, pero la institución es lo que limita. En la sociedad civil puedes hablar de colas y penes y nadie te dice nada”, agrega David.
La falta de opciones de atención a las adicciones en instituciones públicas orilla a quienes tienen un consumo problemático de cristal a recurrir a centros de tratamiento privados, conocidos como “anexos”, donde la situación no es nada favorable para los hombres gays y bisexuales.
“En Chihuahua, la mayoría de los centros de rehabilitación, o anexos, son manejados por organizaciones religiosas y todo el tratamiento se basa en esa creencia. Y en algunos de esos lugares se ofrecen los ECOSIG [Esfuerzos para Cambiar la Orientación Sexual o Identidad de Género de las personas LGBT+] o ‘terapias de conversión’, es decir que si un hombre gay cae en estos sitios para tratar su consumo de drogas también va a ser sometido a estos dizque tratamientos para que deje de ser gay”, comenta Karla Arvizo, Presidenta del Comité de la Diversidad Sexual de Chihuahua, una asociación que además de organizar la Marcha del Orgullo en su ciudad cada año, ayuda a la población LGBT+ en problemas de seguridad, legales, de salud física y mental, entre otros.
“Por seguridad de las personas que están ahora o han estado antes en estos anexos, no podemos especificar en cuáles centros es dónde se ofrecen estos ECOSIG, porque además no existe una regulación al respecto que proteja a las víctimas, pero tenemos varios identificados en todo el Estado. Tenemos más de un año impulsando que se prohíban estas prácticas en Chihuahua, y los diputados ni siquiera lo han discutido, lo mandaron directo a la congeladora. Por esto es muy complicado que las víctimas de los ECOSIG quieran denunciar abiertamente, porque tienen miedo y porque saben que no les van a hacer nada a sus agresores, que son en su mayoría trabajadores de esos anexos”, añadió Arvizo.
La propuesta de modificación a la ley fue presentada el 21 de octubre de 2021, por la Diputada Leticia Ortega, asesorada por esta y otras organizaciones de activistas LGBT+ de Chihuahua. El proyecto fue turnado a las comisiones unidas de Igualdad y Justicia, que sesionaron 7 meses después, hasta el 25 de mayo de 2022, únicamente para instalar la mesa directiva en una sesión de poco más de 10 minutos, y no han vuelto a reunirse desde entonces.
“El problema es que como no los regulan bien, estos anexos hacen lo que quieren, es conocido cómo violan los derechos humanos de los usuarios. En varios hemos sabido que tratan a la población LGBT+ con golpes, gritos, hasta violaciones correctivas hemos sabido, con tal de supuestamente ‘curarlos’, pero no hay nada que curar. Ser LGBT+ no es ninguna enfermedad”, dice Karla.
Según datos de la Comisión Estatal de Atención a las Adicciones (CEADIC), actualmente hay 102 centros de tratamiento residenciales (anexos) aprobados por la Secretaría de Salud local. En Ciudad Juárez hay 26 y 42 en Chihuahua; el resto en otros municipios. En 2022 (hasta septiembre) se han atendido a 2,898 personas. En 2021 fueron 3,328 durante todo el año.
La Ley Estatal de Atención a las Adicciones de Chihuahua en su artículo 42 faculta a la CEADIC para imponer sanciones si detecta violaciones a los derechos humanos en los centros de atención, las cuales pueden ir hasta la clausura total del centro hasta denuncia penal.
A través de solicitudes de transparencia, la Secretaría de Salud de Chihuahua a través de la CEADIC afirmó que: “no se cuenta con alguna resolución administrativa que implique sanción por alguna violación a los derechos humanos” dentro de los centros de tratamiento residenciales (anexos). También añaden que las violaciones a derechos humanos, al tratarse de un presunto delito, deben ser atendidas por la Fiscalía General del Estado.
Sin embargo, en casos donde la fiscalía ha iniciado investigaciones por presuntos delitos cometidos en estos Centros de Atención, la Secretaría de Salud no ha impedido que estos sigan operando. Un breve ejemplo: apenas en abril de este 2022 una persona fue presuntamente asesinada a golpes en el Centro de Rehabilitación Renacer, en Ciudad Camargo, uno de los centros autorizados por la Secretaría de Salud y que aparece en el “Padrón Estatal de Centros de Tratamiento de Adicciones Residenciales”. Dos trabajadores del centro fueron detenidos y vinculados a proceso. A pesar de esto, el Centro de Rehabilitación permaneció abierto, y meses después, en agosto de 2022, se registró una riña entre internos que dejó algunos heridos. Hasta el momento este centro sigue apareciendo activo en el Padrón de la Secretaría de Salud estatal, proporcionado por solicitud de transparencia.
Mi sexualidad es política. No sé cómo nació eso, pero ya no me lo puedo desprender. Mi lucha tiene que ver con mi cuerpo, con cómo lo manejo, cómo gestiono mi placer, cómo gestiono mis consumos, y pues simplemente es asumirlo, pero puede ser doloroso a ratos. Sí vulnera y sí da tristeza.
Tomás
Uno de los estudios que se han realizado en México con consumidores fue el “Estudio exploratorio sobre el consumo de drogas en poblaciones de hombres gays de México” dirigido por Juan Carlos Mendoza, bajo la Línea de Investigación en Salud y Bienestar LGBT, del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, en colaboración con la organización Inspira Cambio A.C.
En este estudio un grupo de 19 hombres gay consumidores de drogas hablaron de sus experiencias buenas y malas con el uso de drogas durante el sexo, y expresaron sus inquietudes respecto a la forma en que el Estado Mexicano ha manejado la situación.
La principal conclusión del estudio indica: “Se vuelve urgente y necesario darle voz a la persona usuaria y a sus propuestas, buscando la creación de políticas públicas que repercutan de manera favorable en los servicios de salud, así como en la erradicación de la homofobia y la criminalización por el uso de sustancias en los hombres gay”.
La “Estrategia Nacional para la Prevención de Adicciones” (ENPA) implementada por la Comisión Nacional de Atención a las Adicciones (CONADIC) asegura estar “cambiando el paradigma” del modelo prohibicionista hacia uno de reducción de daños. Sin embargo, el mensaje es contradictorio, con campañas que más que atender el consumo pareciera que buscan generar miedo, con mensajes como: “El cristal te mata, fríe tu cerebro y apaga tu vida” o “El cristal tiene raticida, imagina lo que te hará a ti”.
Ricardo Baruch explica: “Con el panorama actual del mundo de las drogas esperábamos que hubiera una mayor desestigmatización, pero ahora con el tema del Ejército metido hasta las manitas por todos lados, pues lo vemos muy complicado y al contrario, es posible que las políticas relacionadas con la criminalización a los usuarios puedan ser peores”.
La falta de diálogo con poblaciones clave como los hombres gay y bisexuales que consumen cristal, hace que sea más difícil atender su consumo problemático desde las instituciones. Durante su estudio, Juan Carlos Mendoza escuchó las inquietudes de los consumidores:
“Los participantes sugerían que un servicio de salud ideal para atender esta problemática tendría que ser un servicio de salud sin homofobia […] Somos muy pocas las personas que trabajamos en el tema en sensibilizar, educar, capacitar al personal de salud” y agrega: “si no entiendo todo este trasfondo del por qué se consumen drogas en esta población en específico […] todo ese conocimiento especializado sobre los efecto de la droga no me sirve de nada, porque a lo mejor le doy una terapia de abstinencia, pero cuando sale esta persona va a regresar a su entorno social y va a volver a consumir de igual o peor”.
Juan Carlos propone que se incentive la creación de espacios de socialización donde las personas que consumen drogas puedan interactuar entre sí y educarse entre pares respecto al consumo y a mejores prácticas del mismo: “ya sea gobierno, ya sea sociedad civil, ya sea el sector privado, antros, todos los que estemos involucrados, la academia, los LGBT, principalmente con hombres gays, pues favorezcamos estos espacios de reflexión, estos espacios de educación para que se pueda generar comunidad dentro de las personas que consumen drogas”.
Y es que las necesidades de los usuarios no necesariamente son las que las instituciones de gobierno o las asociaciones civiles quieren o pueden cubrir:
“Quienes consumimos cristal no pensamos tanto en el VIH o las ITS, pensamos más en que no nos vaya a dar un mal viaje, que no me vaya a dar una sobredosis, una pálida, que no tenga que ir al hospital […] me preocupa más que alguien se ponga mal y le dé un malviaje y se ponga violento. O saber inyectar, yo creo que el no saber inyectar es un problema más importante a que nos estén diciendo todo el tiempo que el consumir cristal nos pone en más riesgo de adquirir VIH… Te voy a pasar una guía que dice cómo debes inyectarte, yo a todo mundo se la ando pasando, porque se me hace muy importante”.
Para quienes ya utilizan la sustancia, los discursos prohibitivos que pretenden retirarlos del consumo por completo no son una opción viable, por lo que deciden accionar desde otros puntos de vista. Desde el colectivo “Somos una vergüenza para toda la sociedad” donde Tomás participa ya preparan pláticas y la entrega de fanzines con información que pueda ayudar a quienes consumen cristal, sin juzgar y sin pretender que se prohíba el consumo, con un enfoque de reducción de riesgos hecho por usuarios para otros usuarios.
Al pedirle un consejo para aquellos que sienten curiosidad por probar el cristal, pero no saben si podrán manejarlo, Tomás lo piensa un rato, y cita una escena de una de sus películas favoritas, Jóvenes Brujas (The Craft, 1996), en la cual durante un rito de iniciación una de las protagonistas apunta con una daga al cuello de otra y le dice:
-Es preferible que te claves en esta daga antes que entrar al círculo con temor en el corazón. ¿Cómo entras?
-Con perfecto amor, y perfecta confianza.
“Yo les diría que no le entren si no saben”, señala Tomás.
Tomás es consciente de los riesgos que ha asumido al usar cristal y al hacerlo público, en un afán de visibilizar el consumo en una sociedad que estigmatiza fuertemente todo lo que se sale de la norma: “A veces me dicen: ‘¿Qué esperas de la vida si tú eres un drogadicto?’. ¿Qué espero? Pues nada, que se me trate como una persona, no como un perro, como dice la gente, por eso es importante visibilizar este tipo de temas”.
Tomás teme caer en un discurso normalizador que dé el permiso de consumir drogas a quienes trabajan y son funcionales para la sociedad, pero se lo quite a quienes no cumplen esos estándares.
“Hay quien dice: ‘La sexualidad de Tomás no me parece chida porque solamente coge si hay droga, o coge sólo cada 8 días o cada 15, o coge sólo bajo estas condiciones’. Bueno, que a ellos no les parezca chida es su pedo… Es algo que cada quien tiene que ver: cómo quieres gestionar tu placer, tu consumo, y las otras cosas que tienes que hacer en tu vida”.
La vida en la frontera no ha sido fácil para Tomás. Ciudad Juárez es multicultural y diversa, pero no deja de tener un sector social conservador que no le ven con buenos ojos. Tomás y sus amistades, desde la disidencia, siguen luchando por visibilizar que otras formas de vivir son posibles y válidas. Y a pesar de que no está solo en su lucha, el camino presenta aún varios obstáculos:
“Uno se encuentra con dudas. Cuando yo me asumí como una persona que cogía a pelo, yo dije: ‘Pues ya no voy a tener una pareja, ni experiencias afectivas con otros hombres, porque ya me cagué la vida en ese aspecto, por posicionar mi sexualidad’, y era doloroso. Ya después resulta que son miedos que uno tiene. El único espacio donde uno resulta ser realmente soberano es su sexualidad. y a partir de eso es que le sigo…
y le sigo
y le sigo
aunque es doloroso a ratos…”
Rafael Cabrera
Misael García
Altavoz LGBT+
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
Fecha original de publicación: 22 de noviembre de 2022
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