Hablamos con Orlando Karín Romero (él), director y escritor de Salón Rojo, en el marco del Festival de Cine de Barrio. Más información sobre la exhibición presencial y en línea al final de la nota.
Como muchas grandes ideas creativas, a Orlando se le ocurrió la historia de “Salón Rojo” mientras se relajaba en un baño de vapor: “En algún momento vi a un par de señores lavándose el rostro el uno al otro, en un baño de vapor, y se me hizo una imagen muy linda, definitivamente ahí había una historia que contar”.
Para Orlando, esta imagen le serviría como detonador para abordar las dinámicas sociales que se desarrollan entre hombres gay y bisexuales en los espacios de encuentro:
“Me interesaban las dinámicas de cruising en lugares como los Baños Finisterre, donde se lleva a cabo la historia, y también me cuestionaba qué había pasado con estos lugares cuando llegó la pandemia (de Covid-19) y sobre todo con los clientes que viven en el closet fuera de los baños”.
En un primer momento, Orlando quería abordar estas interrogantes a través de un documental, donde se incluyeran varios de estos establecimientos, que son un punto tradicional de encuentro de los hombres gay en varias ciudades mexicanas.
“Pero me dio miedo no encontrar a los personajes principales que yo quería tener, estos señores como de 80 años (…) sentí que el anonimato que se tiene en estos lugares iba a ser un obstáculo, que muchos de los clientes no iban a querer participar, entonces sentí que tenía que contar esta historia en la ficción”.
Eligio y Domingo son los dos protagonistas de esta historia, que surgen de esa primera imagen, y de las experiencias que Orlando recopiló platicando con los clientes de los baños de vapor, quienes le contaban sus experiencias, y sus motivos para asistir a estos lugares.
Rodeados de un ambiente dominado por cuerpos jóvenes que se buscan entre sí, y para los cuales estos dos adultos mayores resultan casi invisibles, los dos hombres se toman de la mano entre la neblina propia del lugar, el único sitio donde se atreven a hacerlo. Pero con la llegada del distanciamiento social del 2020 como medida de prevención del Covid-19, los Finisterre, como todo lugar de encuentro, cerraron.
Los Baños Finisterre al igual que muchos establecimientos del mismo tipo cubrían una necesidad para personas que estaban de paso en la ciudad y necesitaban asearse, o para quienes no contaban con regadera y agua caliente en su hogar. Abrieron sus puertas en 1954, y los primeros clientes consistían en familias, principalmente hombres con sus hermanos e hijos. La clientela cambió poco a poco, y hoy en día la mayoría de los asistentes son hombres que buscan un encuentro sexual con otros hombres.
“El cruising es una dinámica muy normalizada entre la comunidad, y justo lo que quería abordar es que si estos lugares están ahí es por algo: la sociedad nos ha enseñado que hay que sentir vergüenza sobre nuestra sexualidad y nos acostumbramos a buscarnos en espacios “sórdidos”, ya sean los baños de vapor, las cabinas de sexo, el último vagón del metro… Es una manera de relacionarse que me tocó a mí, en un momento donde no había apps para conocer a otros gays, y que a personas de esa generación de adultos mayores que les tocaron las redadas, vivir más en el clóset, y al mismo tiempo la pandemia de VIH que les acechaba… por eso quería hacer ese paralelismo entre ambas pandemias, recordando esos momentos en que no sabíamos cuánto iba a durar ese encierro, o si nos íbamos a volver a ver o no”, cuenta Orlando.
“Salón Rojo” toma su nombre de una peluquería que está a escasos 20 minutos caminado de los Finisterre, sobre la calle Santa María la Ribera:
“Tenía la inquietud de filmar en una peluquería desde “Trémulo”, el cortometraje de Roberto Fiesco, y justo buscaba un lugar cercano a los baños, y de repente caminando por la colonia me encuentro este lugar como detenido en el tiempo, y cuando entro el señor que atendía era exactamente como me imaginaba a Eligio, el personaje de mi corto, y dije ‘aquí es’”.
Platicando con el peluquero, le planteó la idea, a lo que él accedió amablemente, emocionado de ayudar a un grupo de jóvenes a crear cine mexicano.
“Otros personajes que no hablan en el cine son las locaciones, y esta peluquería era perfecta, tenía su propia personalidad, y no hubo que mover casi nada de lugar” señala Orlando.
Lo que no fue tan sencillo fue encontrar a los actores que encarnaron a los dos protagonistas:
“Para encontrar a Eligio se complicó mucho la cosa, porque le ofrecí el papel como a 20 actores, y muchos lo rechazaron por la temática, literalmente sus agentes me dijeron que no podían hacer este papel porque tenían una carrera impecable. Otros por salud, porque grabamos en la noche y madrugada, y básicamente era estar en toalla esas dos noches, y no querían pasar por eso ya a su edad, y otros por agenda”.
José Carlos Rodríguez es el actor que le da vida a Domingo. Orlando cuenta que a pesar de ser heterosexual, le interesó mucho la historia y abrazó el proyecto como propio desde el principio.
Carlos Bueno es quien interpreta a Eligio, y previo a este cortometraje no tenía experiencia en la actuación. Orlando cuenta que llegó a la producción de una manera muy peculiar:
“Subí una hoja de castings a un grupo de facebook, y Carlos Bueno me escribió, con fotos en tanga y todo, diciendo que a él no le molestaba para nada aparecer desnudo. Cuando le pregunté ‘¿Porqué quieres hacer esta historia?’ me dijo que ya se sentía que estaba grande y quería hacer algo que importara. Lo curioso es que Carlos es Doctor, ya hizo muchas cosas importantes en la medicina, pero justo tiene esta vena sensible, dejó la medicina para dedicarse al baile, y justo me cayó del cielo porque el personaje es un danzonero, y al final de cuentas esta división de actores y no actores no existe, porque Carlos es un gran actor, un artista que se expresa por medio del cuerpo como bailarín que es”.
Para Orlando era importante que se representara a este sector de la población gay que pocas veces volteamos a ver: los adultos mayores: “En la representación de personajes gay en el cine en México por lo general los protagonistas siempre son hombres jóvenes con cuerpos y apariencias muy hegemónicas”. Quería además alejarse de los clichés que rodean a este tipo de historias, que se suelen centrar en temáticas como el VIH/SIDA o la violencia homofóbica de una forma muy trágica y revictimizante, en aras de alimentar el morbo del espectador.
“Salón Rojo” sin embargo cuenta una historia sencilla en apariencia, que da para conversar largo y tendido sobre el cruising, la vejez, y por qué no, el danzón.
Esta entrevista fue realizada en el marco del Festival de Cine de Barrio. Salón Rojo forma parte del programa de cortometrajes mexicanos “Cuerpo, identidad, resistencia y amor”, que consta de 6 obras relacionadas con temas de la diversidad sexual. La función es gratuita y se llevará a cabo en el “Centro Cultural Futurama” (Av. Instituto Politécnico Nacional S/N, Lindavista, Gustavo A. Madero) a las 14:00 hrs., y contará con la presencia de algunos de los realizadores. Más información aquí.