Violencia digital contra personas LGBT+: un problema urgente

La violencia digital contra las personas LGBT+ tiene consecuencias en la vida diaria - Imágenes: Freepik

La violencia digital motivada por homofobia, transfobia y el odio en general hacia las personas LGBT+ puede terminar en consecuencias en la vida no digital, como la pérdida de un empleo, acoso, ataques físicos y hasta crímenes de odio. Ana Flores habló con especialistas en el tema:


Durante muchos años, la revolución digital gozó de un estandarte esperanzador. Se habló de Internet como una alternativa en la que podrían caber otros mundos. La creencia respecto a la también llamada “Infraestructura de Información Galáctica” no es ingenua y tampoco desacertada; es compleja.

En las últimas décadas, la Primavera Árabe, el Movimiento 15M, el hartazgo expresado a través del #NiUnaMenos, las protestas de Hong Kong y la regionalización de la lucha por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito dan cuenta de las constelaciones performativas y multitudes conectadas de las que han hablado la filósofa Marina Garcés y la profesora Guiomar Rovira. Sin embargo, nuestra(s) proximidad(es) con la(s) tecnología(s) no se limita(n) a la tecnopolítica.

Aunque en los planes de estudio y las campañas formativas todavía predomina un abordaje técnico y sin matices, cada vez es más frecuente escuchar que el acceso, el uso y la apropiación de las Tecnologías de la información y comunicación (TIC) se relacionan de manera directa con la defensa, garantía y —frecuentemente— la vulneración de los Derechos Humanos.

En este último rubro destaca la violencia digital, un tema que lleva en agenda desde hace casi una década, de acuerdo con Angie Contreras, comunicadora feminista, intregrante del Consejo Asesor de Seguridad en TikTok y parte de Cultivando Género, asociación civil con sede en Aguascalientes y alcance nacional.

Con la reconfiguración de los movimientos feministas y sexodisidentes, organizaciones civiles, grupos de incidencia social, activistas a título personal y docentes se han esforzado por estructurar y problematizar el concepto de violencia digital. Es decir, aquel que hace referencia a los : «actos de violencia cometidos, instigados o agravados por el uso de las tecnologías, plataformas de redes sociales o correo electrónico», como se señala en el sitio web de la colectiva feminista Luchadoras.

Las redes sociales y otros espacios digitales pueden volverse espacios inseguros para las mujeres cis y personas LGBT+

Así como se replica en los materiales de otras iniciativas para concientizar y prevenir sobre el tema (por ejemplo Ciberseguras o Hiperderecho), Angie enfatiza que «no es una violencia nueva» y, como se suele creer, «no se elimina con un clic o apagando la computadora». Al diversificarse —pues puede estar presente en las redes sociodigitales comunidades gamers, las aplicaciones de citas, las plataformas de trabajo y escuela—, permea otros ámbitos de nuestra vida.

«Seguimos pensando que la violencia digital es algo que no tiene implicaciones en lo presencial, corporal, emocional o económico».

Acorde con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa, por sus siglas en inglés), el acoso callejero, los ataques físicos, los crímenes de odio, la pérdida de empleo y la exclusión de la participación en la esfera pública son algunas de las consecuencias de las agresiones en línea.

Si bien hoy en día hay más información sobre las implicaciones materiales y psicoemocionales de la circulación de contenido íntimo, el acecho, el discurso discriminatorio, el robo y la suplantación de identidad, el abordaje sobre la violencia digital continúa exponiendo vacíos significativos. Uno de ellos es el tratamiento particular en las poblaciones sexodiversas.


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¿Qué aspectos de nuestra vida cotidiana no están mediados por la tecnología?

Para el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Luis Daniel Velázquez Bañales, el rezago —en comparación de la investigación ciberfeminista— encuentra como principal factor «la falta de evidencia empírica» sobre las experiencias de las personas LGBTTTIQA+ en el entorno digital.

Según comenta en entrevista con Altavoz LGBT, mientras llevaba a cabo su proyecto de maestría, se percató sobre la escasez/nulidad de diagnósticos específicos sobre el uso, la apropiación y el acceso a las TIC por parte de este sector. Sumado a ello:

«Las demarcaciones o los límites para identificar cuáles son las violencias en razón de categorías como orientación sexual, identidad y/o expresión de género todavía son muy confusas. Tampoco podemos perder de vista que las definiciones no están muy claras. Hay quienes le llaman violencia digital en razón de orientación sexual, identidad y/o expresión de género y quienes se refieren al cyberbullying».

A nivel nacional, el recurso que ofrece una aproximación vaga a los riesgos que atraviesan usuarias/es/os es el Módulo sobre Ciberacoso (Mociba) realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2021. Sin embargo, no incluye categorías particulares para conocer la situación de violencia digital contra las personas LGBTTTIQA+. En el Mociba solo se toman en cuenta variables para diferenciar a la población mayor a 12 años.

La LGBTfobia motiva la violencia digital contra la población LGBT+

En un argumento similar al de Bañales, Angie Contreras explica que el riesgo de omitir las condiciones de acceso a la tecnología es que se ignora que «como pasa en los espacios físicos, online también hay personas en mayor situación de vulnerabilidad». Como muestra, basta con consultar la estadística recabada por Visible.

En los primeros dos meses de 2023 (1 de enero-28 de febrero), la plataforma contabilizó 25 incidentes de violencia y discriminación hacia personas sexodisidentes (especialmente mujeres trans y hombres gay) en Ciudad de México (4), Guanajuato (4), Jalisco (4), Nuevo León (2), Puebla (2), Querétaro (1), Sinaloa (1), Yucatán (1), Aguascalientes (1), Quintana Roo (1) y Chihuahua (1), De dicha cifra, 8 fueron perpetuadas a través de redes sociodigitales.

Desde 2018, Visible ha expuesto un incremento significativo de las agresiones en dichos espacios. El dato comenzó con 13 casos y ascendió a 143 en 2022. Fue en septiembre cuando desde Animal Político, a partir de un informe elaborado por Amicus y Cultivando Género A.C. durante el Mes del Orgullo, se detalló que 16% de las personas sexodiversas denunciaron violencia en línea.

Anexo a las aproximaciones estadísticas, las investigadoras Kamila Manaf y Ni Loh Gusti Madewanti (Gender IT) insisten en que se tome en cuenta que las agresiones pueden formar parte de todas las actividades que realiza una persona LGBT+ en Internet. Es decir: la violencia digital no solo está ligada a la acción política. También puede estar presente en las prácticas de ocio y entretenimiento.

En este punto, se vuelve sustancial lo abordado por la periodista Dafne García en Lado B. Después de conversar con representantes de grupos como Taller A.C. (Puebla), Pride Cancún (Quintana Roo) y LesVisibles (Yucatán) concluyó que:

«Las mujeres diversas tienen mayor riesgo de sufrir agresiones y acoso por participar en distintas redes sociales y plataformas, hacer activismo desde internet o incluso por jugar videojuegos online».

Las mujeres diversas son más propensas a sufrir violencia digital

Desmenuzar y entender las particularidades, una primera ruta para combatir a la violencia digital hacia las sexodisidencias

Como bien lo reitera Angie Contreras, la violencia digital da continuidad a la hostilidad y discriminación cotidiana que viven las personas sexodisidentes. A razón de ello, convoca a abrir otras conversaciones al interior y exterior de la comunidad.

Conforme al trabajo que ha realizado con Cultivando Género A.C., la especialista expresa que las agresiones más frecuentes son el outing (sacar del clóset a la fuerza), la circulación no autorizada de contenido íntimo y las llamadas LGBTfobias. Respecto a las primeras dos, reporta que pueden ser cometidas por familiares o exparejas a modo de venganza.

Es en este punto en donde la especificidad la violencia digital hacia las personas LGBTTTIQA+ se presenta como una vía para hablar de la violencia intragénero (VI), «una realidad que existe, pero está invisibilizada».

En términos propuestos por el Programa Madrileño de Información y Atención LGBTI, la VI es «aquella que en sus diferentes formas se producen en el seno de las relaciones afectivas y sexuales entre personas del mismo sexo/género. Es un ejercicio de poder en el que se abusa, domina y controla».

Según apunta el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España, no parte precisamente del machismo. Puede derivar de factores como la edad, la situación económica y educativa o el estatus serológico.

La violencia digital tiene afectaciones a la salud mental de quienes la sufren

Respecto a la difusión del contenido íntimo, Contreras enfatiza que es urgente problematizar la resonancia que tiene el discurso de odio sobre quienes ejercen el trabajo sexual (la llamada putofobia), ya que es frecuente el compartimiento no autorizado del material de personas LGBTTTIQA+ que hacen uso de servicios como OnlyFans.

Por su parte, la especialista y tallerista también incita a reconocer cuáles son «los ataques intrínsecos a la tecnología», pues no debemos olvidar que gran parte de lo que hacemos en Internet o a partir de las tecnologías está mediado por empresas que —como lo hemos atestiguado— no siempre están comprometidas con la protección a la dignidad.

Para profundizar en el tema, Luis Daniel Bañales está convencido de que uno de los primeros pasos para delimitar los abordajes sobre violencia digital es:

«Identificar cómo desde las estructuras tecnológicas se ejercen violencias específicas. Identificar las reglas que excluyen a las personas LGBT+. Identificar las respuestas de las plataformas respecto a los discursos de odio e identificar cómo los algoritmos y la vigilancia digital vuelven a la navegación y uso de las tecnologías una situación de riesgo».

Desde Ciberseguras, se reconoce que los programas espía (spyware), el crackeo de cuentas, el ataque a servidores y el bombeo en Google (Google bombing) son algunos ejemplos de «ataques con un fuerte componente tecnológico».

A estas alturas, es pertinente afirmar que la violencia digital puede ser ejercida de manera colectiva e individual. En ella, también hay actores que no cumplen con su responsabilidad. Al contrario, abonan a que estos espacios sean más hostiles e impliquen la vulneración de otros Derechos Humanos.

Por ejemplo, en 2021 la periodista Florencia Goldsman realizó una investigación sobre cómo el algoritmo de TikTok censura a la comunidad NB de Latinoamérica. En un abordaje similar, Angie Contreras comenta que las plataformas no solo ocultan y/o remueven el contenido por el lenguaje. Las corporeidades no hegemónicas también se ven afectadas.

Anexo a la puesta en riesgo de derechos como el de la libertad de expresión, de acceso a la información y no discriminación, Bañales alerta sobre cómo la violencia atravesada y facilitada por ‘lo digital’ puede derivar en situaciones como la privación de la libertad, la persecución política y los abusos por parte de fuerzas de ‘seguridad’ y de estados altamente represivos.

A finales de febrero de 2023, Human Rights Watch publicó los resultados de un estudio sobre cómo las aplicaciones de ligue utilizadas por personas LGBTTTIQA+ fueron herramientas para encarcelamientos injustificados y procesamientos jurídicos ilegales en países en los que ser una persona LGBT+ se considera una causa penal: Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Túnez.

De 120 personas encuestadas, 90 fueron afectadas por sus actividades en el entorno digital. Como agresiones constantes se encontraron la extorsión, el acoso online, el outing y la obtención forzada de información. También hubo casos de usurpación de identidad, creación y falsificación de pruebas.

La violencia digital hacia personas LGBTTTIQA+ cometidas por autoridades, sumado a ser una de las razones por las que no debemos abandonar la lucha por la despenalización y despatologización de las sexodisidencias en todas las latitudes, regresa a la conversación sobre cuáles son las responsabilidades de empresas como Meta y Grindr.

Asimismo, acentúa la urgencia de que el diseño y la implementación de políticas regulatorias sobre las tecnologías cuenten con una mayor participación de la sociedad civil. De lo contrario, delitos cometidos en razón de orientación sexual, identidad y/o expresión de género seguirán impunes.

La LGBTfobia alimentada en redes sociales puede incentivar acoso y actos de violencia física.

«A veces la respuesta es todo menos digital»

La violencia digital, además de alejarnos de la mirada esperanzadora de habitar un mundo en donde quepan otros, contribuye a la interiorización de las LGBTfobias por su componente simbólico. Así como lo expresa Angie Contreras, el sentirnos expuestes y en reiteradas situaciones de vulnerabilidad nos lleva a la culpa y el autoreclamo.

«En países como México, las personas LGBT+ no tienen espacios de diálogo. Para muches, las redes representan una oportunidad de diálogo y reunión. Pero cuando se nos agrede de manera constante no dejamos de preguntarnos: “¿Dónde puedo estar segure?” Y llegamos a la conclusión de que no podemos estar en ningún lado porque si somos nosotres, por donde sea vamos a recibir violencia».

Frente a esta situación, la experta y activista aboga por pedagogías alejadas del prohibicionismo. Desde su perspectiva, el miedo y la culpa son factores que obstaculizan el abordaje y combate a la violencia digital. A la vez, hacen parecer imposibles a los procesos colectivos de acompañamiento.

A partir de su experiencia laboral con adolescentes, Angie afirma que la cultura de la denuncia debe ser de carácter integral. Es decir: ofrecer posibilidades más allá del ámbito jurídico. Si bien no subestima los proyectos de ley —todavía insuficientes— y la capacitación de abogadas/os/es en materia, considera que es imprescindible que se tenga en cuenta que los espacios de denuncia son diversos.

Pueden ser en las escuelas, las plataformas e incluso los entornos familiares. Cuando se brinda asesoría, siempre se debe preguntar a la persona afectada qué requiere y cómo se le puede apoyar.

«A veces la respuesta es todo menos digital. El acompañamiento integral aspira hacia la prevención y enseñanza de cómo se puede restaurar».

El activismo LGBT+ lucha contra la violencia en el ámbito digital y presencial.

Por el lado del activismo, comenta que colectivos y ONG necesitan identificar las formas en las que se están dando dichas violencias. No basta con saber cómo se usan las redes para resistir, sino también para acompañar.

Al estar involucrado en la academia, Luis Daniel enfatiza sobre la urgencia de que las agendas de investigación apunten a otras direcciones. En ningún momento, el docente demanda el abandono de los estudios sobre prácticas «muy institucionalizadas» (como lo es el uso de hashtags en fechas como el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, 17 de mayo).

No obstante, piensa que las aproximaciones a partir de las condiciones en las que las personas LGBTTTIQA+ acceden a las tecnologías son pieza clave para entender la especificidad de la violencia en razón de orientación sexual, identidad y/o expresión de género. Esta fue una de las conclusiones a las que llegó después de acercarse a colectivos sexodiversos que, por la situación sanitaria derivada de la COVID-19, se vieron orillados a trasladar sus dinámicas a los entornos digitales.

«Cuando el Gobierno federal dio la instrucción del aislamiento, asistentes de un grupo LGBT+ de Baja California dejaron de asistir a las actividades, pero no por falta de acceso, sino porque los espacios en los que lo hacían eran inseguros. Si te conectabas a un evento que tenía que ver con temas LGBT+ en un espacio totalmente represivo, eso significaba exponer tu sexualidad en la casa, escuela y trabajo, entornos que ocupan los primeros lugares en encuestas sobre discriminación hacia las personas LGBT+».

Proyectos en español a los que te puedes acercar para combatir la violencia digital y/o buscar acompañamiento: Cultivando Género A.C., Luchadoras (línea de ayuda), Vita Activa (línea de ayuda), comun.al, Hiperderecho, #SeguridadDigital, Derechos Digitales, Fundación Karisma y Pensamiento Colectivo. Si eres una persona LGBTTTIQA+ y hablas portugués, está la organización feminista interseccional CodingRights.


Sobre Angie Contreras:

Desde hace cuatro años, Angie forma parte de Cultivando Género A.C. Adora trabajar con estudiantes de secundaria. Brinda asesoría sobre prevención de la violencia digital. También se involucra en temas de justicia reproductiva y gobernanza.

Su pasión por los usos sociales de la tecnología comenzó desde muy pequeña, cuando tuvo la oportunidad de utilizar el programa Encarta por primera vez. Tomó cursos de programación, pero estudió la carrera de comunicación. Para conjuntar sus intereses, se tituló con una tesis sobre los primeros sitios web de Aguascalientes y la representación de las mujeres.

Sobre Luis Daniel Velázquez Bañales:

Es docente, maestro en Comunicación e Innovaciones Tecnológicas e investigador por parte de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (FCPyS, UNAM). Orgullosamente forma parte de la comunidad sexodiversa.

Su interés por los temas de violencia digital surgió del acercamiento a colectivos LGBT+ de Ciudad de México (Universo Positivo, VIHve Libre, Musas de Metal, Colectiva Castalia, UDiversidad ), Guadalajara (Impulso Trans), Baja California (La Paz es Diversa), Tlaxcala, Puebla (Bisexualas) y San Luis Potosí (Bitriadas).

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