(Advertencia: Esta reseña contiene spoilers)
El autocomplaciente y precioso nuevo melodrama de Hirokazu Koreeda busca enganchar a la espectadora invitándola a ponderar el (culturalmente insensible) misterio: ¿Por qué esta gente no habla entre ella? ¿Es porque son japoneses?
Organizada en tres actos, cambiando de personaje principal en cada uno, la película comienza planteando un intrigante misterio que se profundiza y enreda (mentira tras mentira, malentendido sobre malentendido) hasta resolverse en el tercer acto con un giro bastante esperado. Son gays. Spoilers. Sorry. Son gays.
Saori Mugino, nuestra primera protagonista, madre soltera de Minato, un niño de 5o año, se preocupa por el comportamiento de su hijo y trata de descifrar (junto con nosotres) las múltiples omisiones y engañosas pistas que el guion planta en su camino para acabar sospechando que Minato sufre de bullying a manos de su profesor, o tal vez de sus compañeros.
En el segundo acto, la historia del señor Hori, el profesor de Minato, nos hace cuestionar qué tanto podemos justificar los sospechosos giros y múltiples sorpresas de la trama mientras recitemos el (problemático) mantra “es que no hablan porque son japoneses, debe ser parte de su cultura”.
El tercer acto, protagonizado por Minato y Yori , su compañerito de la escuela, es más que el desenlace de la historia: es la película que hubiera sido. Cada sección narra los eventos de básicamente el mismo periodo de tiempo, y la sección de los niños narra una historia esencialmente autocontenida, que pudo haber sido contada de manera independiente, de no ser por la decisión práctica del escritor de crear una estructura narrativa oscura, misteriosa, y circular. Los niños son gays. Spoilers. Sorry. Son gays.
Diseñada casi a manera de trampa, Monster trata de seducirnos con la promesa de eventualmente revelar sus secretos; pero también es una cátedra en la ejecución de escenas sutiles pero devastadoras, de excelentes actuaciones, y de conmovedora humanidad, plasmada en pantalla a través de los niños a los que adora sin romantizar su infancia. Si has visto una película de Koreeda no esperarías nada menos. Siempre hay que tener a la mano unos Kleenex, no vaya a ser que tengas que limpiarte las lágrimas, admitiendo que Koreeda lo logró otra vez. ¿Ya viste Manbiki Kazoku (Shoplifters/Un asunto de familia/Somos una familia)? Vela.
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¿Pero quién es el titular monstruo? ¿El profesor?, ¿la señora Fushimi, la directora de la escuela?, ¿el abusivo papá del niño gay?, ¿el niño gay?, ¿el otro niño gay, que tiene que ser grosero con el primero para que no le hagan bullying a él también? ¿Acaso seré yo, que no logré llorar al final? ¿Acaso serás tú?
Nah. El monstruo es el espectro de las narrativas LGBT+ hechas por heteros para ser consumidas por heteros (Koreeda, el director, y Yuji Sakamoto, el escritor, son hombres heterosexuales). Es por esta necesidad de apelar a un público general que la película carece del valor de enfocarse en su tercer acto, temiendo que al prescindir de un gancho narrativo (un misterio, un impactante giro “sorpresa”), la audiencia se aburriría de contemplar una simple película acerca de infancias LGBT+. Algún día, un profe que ande simultáneamente huevón e inspirado, le van a poner la película a un grupo de bachilleres y va a generar una bonita discusión acerca de temas que atañen a la juventud: ser gay es medio gacho, sobre todo en Japón. Si lloraste viendo la película (aunque sólo hayas tenido que sorber un moco a escondidas) ya no puedes hacerle bullying al niño amanerado de la clase.
Pero eso no es la película. No es una película de “temática” gay. No tiene preguntas, ni respuestas interesantes para la gente de la comunidad… o bueno, sí, si la pregunta es ¿Qué película le recomiendo a un hetero para que se sienta bien consigo mismo por haber reconocido que la homofobia es mala (aunque se tarde hasta el fin de la película)?
Claro, sigue siendo una película llena de pequeñas observaciones poéticas profundamente humanas. Por ejemplo: de los dos, Minato es el niño heteronormado, tan heteronormado como puede ser un niño de 5o año, y la culpa lo carcome cada vez que la presión de los compañeritos lo obliga a ser culero con Yori. Él quiere al chavito, y quiere ser su amigo, y quiere protegerlo. Y es distinto cuando está con él. Cuando está solo con Yori, Minato es una mejor persona y está consciente de ello. Restringida por sus propios rebuscamientos, la película apenas tiene tiempo para examinar el tema, es sólo una más de las pequeñas observaciones y detalles que fluyen casi imperceptibles. Yo no pude dejarlo escapar, siendo uno de los escasos temas que genuinamente penetran la superficialidad de las películas gay para heteros, me pegó más de lo que su breve y casual aparición está diseñada para pegar.
El triunfo de la película radica en su tensión dramática, en su misterio, en su construcción circular, en su excelente elenco; pero también en el tratamiento empático y conmovedor de un tema controversial. Paradójicamente, al presentarlo como una revelación sorprendente (“les va a estallar la cabeza”, parece que pensó el escritor), el fallo de la película radica en creer que en los 2020s está tratando un tema controversial. Pero quién sabe, a lo mejor sí lo es, ¿será porque son japoneses?
Ya que estamos en spoilers. Probablemente la mejor escena de la película es el siguiente diálogo, entre la directora Fushimi y Minato:
-Ya veo, entonces dijiste una mentira…
-No estoy seguro, pero creo que me gusta alguien.
-Entiendo.
-No se lo puedo decir a nadie, por eso miento. Porque sabrían que nunca podré ser feliz.
-En ese caso, lo que no le puedes decir a nadie, sóplalo. Sóplalo. (Dice la directora, mientras le enseña a Minato a tocar el trombón en el salón de música.) Pero son tonterías. Si sólo algunos pueden tenerlo, eso no es felicidad. Son tonterías. La felicidad es algo que cualquiera puede tener.
Ve la película, y recuerda, el que llora pierde… porque tiene un alma sensible, por eso pierde.
Monster se estrenó en cines en México el 7 de diciembre del 2023 y está disponible para rentar en la plataforma primevideo.