El otro lado del orgullo: cuando la marcha no es lo que necesitamos

Marcha del Orgullo LGBT+ Puebla - Foto: Laura Espíndola

A finales de marzo de 2023, organizaciones de la sociedad civil conformaron el Bloque Disidente. A través de un comunicado denunciaron la “falta de horizontalidad, la corrupción, el influyentismo y el oportunismo” en el proceso de organización de la Marcha del Orgullo LGBTTTIQA+ en Ciudad de México

Tal situación exhibió los matices detrás los colores de una de las efemérides más significativas para las poblaciones sexodiversas. En redes sociodigitales (especialmente Twitter), el ambiente osciló entre campañas de desprestigio y publicaciones en las que se enfatizó la urgencia de repolitizar el emblemático recorrido del Ángel de la Independencia a la plancha del Zócalo. 

Fuera a favor, en contra o en búsqueda de contrapesos, personas fuera de contingentes u organizaciones en específico abordaron el debate entre sus círculos más cercanos. A continuación, Altavoz LGBT presenta una breve recopilación de los apuntes detrás de una  conversación que, eventualmente, “termina por reventar”.

Sylvia Rivera lo advirtió: voltear a otro lado siempre tiene consecuencias. Y ahora lo sabemos. 

“Es momento de hacer lo mío por mi propia gente”, expresó Sylvia Rivera al ensayista estadounidense Eric Marcus a manera de denuncia por el silenciamiento histórico de las mujeres trans. Antes del verano de 1969, la cofundadora de Gay Liberation Front y STAR se involucró en el activismo por los derechos de las poblaciones afrodescendientes y movilizaciones en pro de la paz. Desde entonces, tuvo presente que uno compromisos y legados políticos sería problematizar y cambiar dos de las deudas por parte del mal llamado ‘movimiento gay’: la exclusión y el monopolio de la toma de decisiones. 

El fragmento previo está presente en la memoria de Arlen Molina, periodista de Derechos Humanos y performer de la escena ballroom. Para le también creadore de contenido, los debates en torno a la 45° Marcha del Orgullo en Ciudad de México no son sorpresivos; responden a un malestar que, por situaciones relacionadas con la pandemia por COVID-19 y la falta de espacios de reflexión y discusión, había mantenido cierta ruta sigilosa. 

En 2023, la filtración de capturas de pantalla y flyers con modelos de negocio reactivó una conversación que se había pretendido disipar: la falta de información y transparencia sobre los comités organizativos y los respectivos procesos al interior. 

Arlen Molina – Foto: Cortesía

Desde la perspectiva de Arlen, esta problemática —además de ser un factor relevante en cuestiones de seguridad— está ligada a la despolitización del movimiento LGBTTTIQA+. “Venimos de una época de pandemia en la que salir a protestar implica apropiarse del espacio público”, señala. Sin embargo, las condiciones en las que se ha llevado a cabo el recorrido de Paseo de la Reforma al Zócalo exhiben deficiencias logísticas y de diálogo. 

“Quienes estamos fuera, no nos enteramos de lo que está pasando o bajo qué términos se rige la temática de cada año. Tampoco nos enteramos de los parámetros para medir quiénes o qué contingentes van a participar. No sabemos cómo los escogen”.

Arlen Molina

A la par de la escasa —por no decir nula— comunicación, el descontento de algunos sectores LGBTTTIQA+ encuentra como detonantes las narrativas de criminalización de la protesta y la desmesurada presencia de marcas y empresas. Con relación a la primera, Arlen califica de “muy baja” la campaña de desprestigio contra el Bloque Disidente y quienes se han sumado a las demandas de una Marcha sin protagonismos políticos-económicos. 

No tiene que ver que no estemos de acuerdo. Eso no nos hace de derecha, ni traidorxs a la patria o conservadores. Se está demeritando la acción directa, que es un derecho que tenemos les manifestantes”. 


El periodismo LGBT+ que hacemos requiere de tu apoyo.

Si este contenido te parece interesante, compártelo con alguien más y ayúdanos a llegar a más personas, y si te es posible ayúdanos a seguir contando las historias LGBT+ que importan con una contribución económica:




Le también fellow de la International Women’s Media Foundation (IWMF) considera alarmantes los grados que ha alcanzado el rainbow washing . Sumado a los riesgos que implica la obstrucción de las calles, la priorización de las marcas refleja que los comités “no toman en cuenta las necesidades de las personas”. A su vez, llega a ser una simulación por parte de las empresas, las autoridades del Gobierno, los partidos políticos o influencers/ personalidades de las redes sociodigitales. 

No debería haber marcas. O, por lo menos, no acaparar el espacio. Lo que queremos es que de verdad se capacite al personal para que, ya sea como clientes o trabajadores/as, no haya agresión alguna. Para muchas marcas, las marchas únicamente se han vuelto una oportunidad de publicidad. Tampoco podemos olvidar la seguridad. Obvio la gente se emociona por ver a las personas que siguen y van a querer marchar al lado de elles. Pero la división tan radical de que algunes vayan arriba en camiones y otres a pie es preocupante”.  

Marcha del Orgullo LGBT+ Puebla – Foto: Laura Espíndola

Como Arlen, durante el último fin de semana de junio personas LGBTTTIQA+ que viven en las periferias de CDMX se trasladan hasta las inmediaciones de la llamada zona económica y turística. Para elles, participar en las movilizaciones del centro implica pensar en otro tipo de procesos organizativos. 

“Necesitamos prestar más atención a los estilos de vida”, expresa le periodista. “En las ciudades, donde la gente es más cercana al capitalismo, es comprensible que se hayan normalizado ciertas dinámicas, pero ese es el problema”. Al pensar en casos como los de Ciudad Juárez o Estado de México, Arlen comenta que mirar a lo local puede ser un primer paso para ampliar las necesidades y los significados que tiene el salir a las calles, reconocerse y nombrarse desde las sexodisidencias. Como bien destaca, mantener una postura crítica respecto a la mercantilización del Mes del Orgullo no está peleado con marchar bajo un sentido celebrativo. 

En junio se da mucha visibilidad a todo lo que es arcoíris. Es importante que nuestras reivindicaciones no se queden ahí. Hace falta más visibilización hacia las experiencias de quienes vivimos fuera de la heteronorma. Me parece importante que vayan personalidades que tienen influencia en la población. Está chido que se sumen. Pero que por lo menos sean personas que sepan de lo que están hablando y la razón por la que están asistiendo. Puede ser algo positivo para que el mensaje llegue a personas que no tienen un acercamiento tan directo con nuestras realidades. Igualmente, creo necesario decir que la Marcha es una fiesta desde la que podemos expresar nuestra resistencia. Nuestras corporalidades en las fiestas también crean placeres y deseos, cosas que nos han negado durante mucho tiempo”. 

Marcha del Orgullo LGBT+ de Mérida, Yucatán, 2023 – Foto: Lilia Balam

II

Pese a todo, seguiremos marchando. Tenemos el valor y la fuerza para gritar lo que nos hace falta. 

“Que no me afecte, no significa que no me moleste” subraya Cristian Ayala meses después de haber cumplido más de una década fuera del clóset. Asistió a su primera marcha a los 15 años. Era 2010. En esas fechas, la población LGBTTTIQA+ capitalina conquistó las calles bajo la satisfacción y alegría de que el Congreso del entonces Distrito Federal aprobó el matrimonio igualitario. 

Para celebrar que la reforma al artículo 146 del Código Civil entró en vigor el 10 de marzo de 2010, los contingentes se organizaron para hacer del Mes del Orgullo una oportunidad en la que recordaran que las uniones civiles entre personas del mismo sexo/género eran sólo uno de los derechos que estaban dispuestos a defender. 

Sin embargo, Cris “no se sintió parte del movimiento”. Según recuerda, la percepción de “un ambiente violento”, más allá de consignas con las que no termina de sentirse cómodo —”¡Esos mirones también son maricones!”, por mencionar una—, pudo ser motivada por “no haber estado involucrado de lleno”. Tenía poco tiempo de haber hablado con familiares y amistades sobre su orientación sexual.  No volvió hasta que entró a la universidad. 

Cristian Ayala – Foto: Cortesía

En 2015, ya “de un modo más consciente” participó al lado de sus personas de confianza. “Fue una increíble marcha”, relata. “Disfrutamos de todas las protestas y los espectáculos. Fue muy enriquecedor”. A lo largo de las distintas ediciones —las cuales fueron interrumpidas por el coronavirus— encontró los motivos para sentirse parte de una comunidad por la que está dispuesto a luchar. 

“Los cuatro años que asistí ayudaron a darme cuenta de que las marchas también se pueden hacer desde el baile, el voguing y la desnudez. Mostrar la diversidad corporal y sexual me ha hecho entender muchísimo más a la gente que es como yo. Ahora puedo decir que es un movimiento al que pertenezco”. 

Cristian Ayala

Así como sus amigues (la mayoría también LGBTTTIQA+), en 2023 Cris mantiene una postura muy concreta respecto a la forma que ha tomado la conmemoración del Mes del Orgullo en la capital. Aunque no fue lo que esperaba, declara haberse sentido seguro durante el recorrido de su primera Marcha. 

“No es que estuviera todo libre, pero había buen espacio para caminar. No había tantos automotores”, explica. “Ha sido la única vez en la que he podido llegar a la plancha del Zócalo. No nos parábamos tanto y tampoco se obstruía el paso. Hasta tuvimos la oportunidad de pasar una bandera grandota”. Empero, las condiciones pertinentes de movilidad no son la única razón por la que se ha involucrado en las discusiones tras la confirmación de la presencia del Bloque Disidente

Además de mostrar cierto entusiasmo por “dar foco a un asunto que lleva muchos años” en la conversación de algunos sectores LGBTTTIQA+ de Ciudad de México, considera que es una oportunidad para recordar que “el manejo del dinero no debería ser delegado exclusivamente al ámbito gubernamental”. A su parecer, “más colectivos de la sociedad civil deberíamos organizarnos para ir más allá de la creación de centros”, ya que situaciones como el desabasto de medicamentos antirretrovirales (ARV) y la violencia transfeminicida no pueden —ni deben— mantenerse en los márgenes. 

Otra de las conversaciones que rescata Cris sobre el rumbo de la Marcha de este año es el de la capitalización (no solamente monetaria) por parte de las marcas y los partidos. Respecto a los segundos, subraya que la falta de transparencia en la conformación de los comités puede interpretarse como “una colusión con fines políticos”. Asimismo, subraya que la militancia “en grupos antiderechos es una contradicción sumamente grave”. 

Mauricio Tabe, alcalde de Miguel Hidalgo, CDMX, pintando un paso peatonal arcoíris por el mes del orgullo. En 2009 votó en contra del matrimonio igualitario cuando formaba parte de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal – Foto: Alcaldía Miguel Hidalgo

Para Cris, así como para otres jóvenes LGBTTTIQA+ que se desempeñan profesionalmente en el campo de la comunicación organizacional y el marketing, la presencia de las marcas atraviesa por muchas aristas. No obstante, la observación es clara: el Mes del Orgullo se considera una vía rentable para empresas e influencers. 

Si bien el tema está sobre la mesa —y no únicamente en junio—, “no se ha discutido lo suficiente entre estudiantes de las carreras de comunicación”. Para Cris, los conflictos que atraviesan las Marchas de CDMX, Jalisco y Baja California Sur deberían ser un primer acercamiento para “abordar y analizar de manera seria estrategias que terminan siendo mero requisito”. Por ejemplo: las cuotas de diversidad en el entorno laboral. 

“Hay muchas marcas que se suben a una lucha que no les corresponde. Y no es que no se puedan involucrar. Lo que quiero decir es que muchas de ellas están de protagonistas en nuestros eventos  cuando en sus ideales no se nota respeto ni alianza con nosotres. Muchas de las marcas que llegan con sus camiones y una gran cantidad de producción publicitaria son conocidas por sus agresiones hacia personas de la comunidad. Otras, por su parte, se centran en hacer puras publicaciones de redes sociales en lugar de dialogar para el diseño de verdaderas estrategias. En varios casos, las cuotas son un mero requisito. Deberíamos empezar por los protocolos. Falta mucha información sobre cómo pueden ayudarnos. Se puede hacer mucho más allá que poner un logo e ir desfilando”. 

Cristian Ayala – Foto: Cortesía

En los últimos años, el protagonismo empresarial y gubernamental ha sido un factor relevante al decidir no participar en las Marchas del Orgullo. Cris y sus amigues no han llegado a ese punto. “Que no me afecte, no significa que no me moleste”, subraya mientras, una vez más, enfatiza los motivos que lo llevan a las calles cada mes de junio. “Sé que asisto por mí, por mi seguridad y los derechos de la comunidad a la que pertenezco”. Pero espera que el panorama empiece a tornarse distinto. Asegura que la Marcha no es ni debería considerarse “un desfile publicitario”. Recupera la importancia de nombrarnos y celebrarnos. Sin embargo, tiene presente que:

“Es un dolor y una frustración muy fuerte que por más que hayan pasado los años y por más que ha habido una apertura, es muy frecuente toparnos con negativas al momento de exigir y defender nuestro derecho a la salud, al trabajo, la igualdad y la justicia. Estamos floreciendo. Tenemos el valor y la fuerza para poder gritar quienes somos y también para gritar lo que nos hace falta”. 

III

¿Necesitamos ‘limar asperezas’? ¿Queremos entrar a este sistema o podemos pensar en otras formas de vivir?: no estamos dispuestes a sacrificar reivindicaciones

“Estamos en un punto en el que vamos a tener que hacer algo diferente. Eventualmente, tenía que estallar. Así que no forzosamente lo veo como algo negativo”, manifiesta Noah en vísperas de la conmemoración del Mes del Orgullo. Le periodista, comunicadore y debut en la cultura ballroom se involucra de lleno en la agenda sexodiversa capitalina. Pero es originarie y habitante de Nezahualcóyotl, municipio mexiquense que, de acuerdo a la prensa local, realizó su primera Marcha LGBTTTIQA+ en 2022. 

Así como a otres jóvenes de las sexodiversidades, la conformación de un Bloque Disidente le apeló a partir de subjetividades específicas. Para Noah, el rechazo explícito a la corporativización y lucro político de la protesta de junio da pauta a problematizar y denunciar el centralismo que impera al historizar las movilizaciones contra la cisheteronorma en el país. Según explica, una de las consecuencias de pensar a CDMX como inicio y final de las genealogías LGBTTTIQA+  es ignorar los procesos de organización colectivos en municipios y, paralelamente, pasar de largo las violaciones a Derechos Humanos en los territorios. 

“México tiene un largo historial de represión contra los activismos. Y el de las sexodisidencias no ha estado exento. Se pierde de vista lo que sucede en alcaldías como Xochimilco o en el propio Edomex”.

Noah

Desde su perspectiva, la prioridad no debería ser “buscar las formas en la que la organización de la Marcha deje de ser un tema espinoso”. Al tener en cuenta las deudas por parte del Estado —el acceso universal a la salud para las poblaciones que viven con VIH, por ejemplo—, está convencide de que “no debemos bajar la cabeza o voltear hacia otro lado”. 

Marcha del Orgullo de CDMX 2022 – Foto: David Adrián García

Así como declara, el debate sobre la Marcha de 2023 también ha sido una coyuntura para reconocer que al interior de la comunidad existen interrogantes incómodas. “¿Queremos pertenecer a la sociedad como está actualmente? ¿Queremos ganar puestos de poder? ¿Queremos entrar a este sistema o podemos pensar en otras formas de vivir?” son algunas de ellas. En el caso de Noah, la respuesta es clara: “No deberíamos buscar una unidad que implique sacrificar reivindicaciones”. 

Con la internacionalización de la mercantilización de las causas LGBTTTIQA+ y el señalamiento de México como uno de los países con potencial para liderar el llamado turismo rosa, las Marchas del Orgullo se volvieron espacios rentables y hasta cómodos para sectores que histórica y sistemáticamente han violentado a las poblaciones sexodiversas. 

Si bien “la discusión llevaba años en la agenda”, las ediciones postpandemia acentuaron la urgencia de “reflexionar qué está pasando con nuestros espacios”. Acorde con Noah, esto no sólo hace referencia a las locaciones en las que toma lugar el recorrido (Angel de la Independencia-Zócalo). 

También es evidente la imperativa de plantar cara a las dinámicas de expulsión y desplazamiento de lugares como la Zona Rosa, mismos que hoy en día su ocupa y apropiación están sostenidas en criterios hegemónicos. “Si eres gay, te incluyen en el mundo cis pero sólo si cumples con ciertos parámetros”, resalta. 

Marcha del Orgullo LGBT+ de Mérida, Yucatán, 2023 – Foto: Lilia Balam

En esta misma línea, Noah cuenta que desde que Lleca-Escuchando Calle, House of Magdalena, Diversidad, cultura, género, alimentación y ciencia (Divu A.C.), VIHve Libre y Movimiento por la Igualdad en México (MOVii) anunciaron el acuerpamiento a través del Bloque Disidente ha identificado una narrativa que compromete el derecho a la protesta. 

Al pensar en los discursos por parte de los medios de comunicación, aqueja que encuentran resonancia y cierto grado de legitimación al interior de algunos sectores LGBTTTIQA+. “No me extrañaría escuchar comentarios como ‘esas no son las formas’”. 

De momento no tiene certeza de cuál sea la ruta a tomar. Empero, le periodista exhorta a no disipar la conversación que —ya sea por la romantización o las condiciones de violencia en las que (sobre)viven las sexodiversidades— se ha intentado omitir. 

“Necesitamos dejar el amarillismo. Nadie quiere salir a las calles a gritar y romper por diversión. Hay mucho dolor en las personas que participamos en las protestas. Si se optó por la conformación de un Bloque Disidente es porque el Estado no escucha. Está muy chido celebrar nuestra existencia. Yo celebro mi propia vida, que me puedo nombrar como una persona no binarie y que descubro y exploro mi identidad y expresión de género. Pero tengo muy presente que hay espacio para la digna rabia”. 

Primera Marcha del Orgullo LGBT+ en Meoqui, Chihuahua, 2021 – Foto: Misael García

IV

Dejemos de pensar en un único epicentro para los activismos LGBTTTIQA+: experiencias y apuntes desde las periferias y neurodiversidades 

A sus 27 años, Dilan nunca ha asistido a una Marcha del Orgullo. Su decisión no tiene que ver con la falta de cercanía o de información. Es campeón e instructor de pole, disciplina deportivo-artística que durante décadas ha representado un espacio para la exploración de la sexualidad más allá de lo sexoafectivo. 

“Soy una persona públicamente gay”, sostiene, “pero jamás he sentido la necesidad de asistir”. Para el también bailarín, nacer y crecer en la periferia oriente de CDMX entrecruzan todas las formas en las que se relaciona —y no— con la comunidad LGBTTTIQA+.  Aunque ha visitado las Utopías —proyecto de la 4T con la que la alcaldía Iztapalapa pretende un mayor intercambio con las poblaciones sexodisidentes—, expresa un total distanciamiento de las promesas —pocas veces materializadas— de una ‘ciudad de derechos’ y ‘gay friendly’. 

Al pensar en las personas LGBTTTIQA+ que se han movido de su barrio al corazón de la capital, Dilan testifica que la mayoría de las veces se olvidan “de que en ciertas zonas de la ciudad, ser homosexual o trans es considerado un delito social”. Entre sus consecuencias, “la fantasía por el centralismo y lo urbanizado” destaca la omisión de necesidades específicas. 

Marcha del Orgullo LGBT+ de Mérida, Yucatán, 2023 – Foto: Lilia Balam

Según el también excomerciante, “son cosas que se ven desde la propia organización de las actividades del Mes del Orgullo”. Como en algún momento fue su caso, la ausencia física en el recorrido de las calles de Reforma y el Zócalo se ve dificultada por las condiciones económicas. “No es tan sencillo asistir cuando tienes que trabajar para subsistir” comenta. 

El hecho de que “las personas en los puestos de toma de decisión no volteen a los espacios que los vieron crecer y de los que fueron/son parte” también propicia la “falta de íconos”. O más bien, su legitimación sociopolítica. 

Al partir de criterios motivados por distintos tipos de capital, los sectores más privilegiados ven con desdén —si es que lo hacen— las vivencias de quienes son referentes del y para el barrio: “la travesti que tiene su local, el joto al que le hacen bullying en la secundaria o la lesbiana a la que nadie le habla”. Dilan afirma que pensar en CDMX como el único epicentro —o el más válido— de los activismos LGBTTTIQA+ en México deriva en una despolitización de las prácticas y los espacios. “Nadie habla del significado tan particular que tiene el crusing en zonas en las que ser homosexual pone en riesgo tu vida”, ejemplifica. 

De manera paralela, comenta que el olvido por las latitudes colindantes con otros estados de la República refleja, además de “falta de empatía”, el clasismo que debilita al movimiento LGBTTTIQA+. 

“Más allá de no incluirnos en los procesos organizativos de las marchas de junio, vemos muy claro el hecho de que hay personas que no tienen interés en generar un vínculo. A la gente LGBTTTIQA+ de barrio se nos ve como un antojito, como lo exótico y a lo que se puede acceder a partir de la deshumanización”. 

Al reflexionar, Dilan delata “cierta preocupación por la romantización y visión telenovelesca” que se tiene —y tenemos— sobre la comunidad. Se asume cercano a los proyectos colectivos; durante su adolescencia trabajó con células zapatistas. Sin embargo, considera que “la creencia de que todes somos amor” imposibilita hacernos responsables de las violencias que ejercemos al interior y, al mismo tiempo, dificulta tener conversaciones que, como sucede en 2023, “terminan por reventar”. 

*****

Xitlali y Dilan son amigues. Además del pole y la docencia, comparten la experiencia de ‘vivir’ la Marcha del Orgullo desde fuera. La historia de Xitla, quien desde la infancia sintió comodidad con los pronombres “ella/él” y con una expresión de género no normativa, también se ha visto atravesada por una inclusión a medias. 

Integrantes de la Batucada Lenchamanas – Foto: Laura Espíndola

Forma parte de las generaciones neuroqueer que crecieron sin saberlo. Si bien siempre tuvo presente que “le gustaba más vestirse como vato que como chava” y que “su forma de relacionarse sexoafectivamente no era como la de las demás personas”, recibió el diagnóstico de una lesión en lóbulo temporal ligada a la fobia social, depresión, ansiedad y el Síndrome de Stendhal hasta pasados sus 30. 

Para Xitla, el tránsito a la adultez no sólo vino acompañado de una valoración psiquiátrica tardía. A los 33 años, pasó por un proceso familiar difícil. Cuando salió del clóset como una persona demisexual, poliamorosa y afín al BDSM, su madre, padre y amistades cortaron comunicación con ella. Fue en este periodo en el que, gracias a su gusto por el drag y el arte, estableció una mayor cercanía con gente de la comunidad LGBTTTIQA+. Aunque asegura ser “mucho más comprendida por las generaciones jóvenes”, expresa no haber encontrado grupos que compartan medidas o recomendaciones sobre cómo marchar siendo una persona neurodivergente. 

“Al ser una protesta, lo primero que esperaría es sentirme cuidada. O, en todo caso, me gustaría que existiera un espacio en el que podamos ser escuchades sin estigmas. Por nuestra personalidad, entiendo que puede ser difícil extender la mano para apoyarnos. Eso nos obliga a mantener una máscara para poder encajar. Cada vez considero más necesario que se hable sobre el tema. Hace dos años, cuando los medios empezaron a publicar notas sobre las fiestas silenciosas, pensé que podría ser una buena oportunidad para visibilizar a las neurodivergencias dentro de la comunidad. Pero no pasó, o al menos no en mis círculos cercanos”.

Marcha del Orgullo LGBT+ de Mérida, Yucatán, 2023 – Foto: Lilia Balam

Xitali estudió gastronomía. Actualmente, es profesora; acompaña y guía a las próximas generaciones de chefs y reposteras/es/os. Día a día, atestigua la forma en la que les jóvenes intentan cambiar las condiciones que hacen del sistema —cis heteropatrical y neurotípico— algo insostenible. De sus estudiantes y otras personas que la rodean, toma la fuerza para ser la docente y amiga a la que habría deseado acercarse cuando “no se percibía como el resto de la gente de su edad”. Para ella/él, la conmemoración del Orgullo forma parte de un compromiso que se reitera de manera cotidiana. 

“Me alegra saber que las cosas están cambiando; que las nuevas generaciones conversen y se acompañen. Pero también siento nostalgia y tristeza por quienes tuvimos que vivir en el clóset durante tanto tiempo. Así que estos años he tratado de compartir mi proceso de aceptación con otres”. 

En 2023, descarta cualquier posibilidad de asistir a la Marcha. Anexo a no haber encontrado un contingente que “no la haga sentir como que el mundo no está hecho para personas como ella/él”, tiene como antecedente las crónicas de 2022 y el actual debate del denunciado cobro por la participación, la falta de transparencia y la explotación financiera y política.

Marcha del Orgullo LGBT+ de Mérida, Yucatán, 2023 – Foto: Lilia Balam

“No veo el Mes del Orgullo como una oportunidad para el chupe, el desmadre o la publicidad desmedida, sino para hacer conciencia. Todos los días trato de apoyar.  Es cierto que las empresas han visto en esta fecha una oportunidad para lucrar económicamente. En los 90, marcas como Absolut se involucraban. Pero, a mi parecer, era con la finalidad de provocar más que de expresar una empatía real. No tengo ningún tipo de autoridad para hablar o criticar el consumo de otres. Me tomo muy en serio de a quiénes les estoy dando mi dinero. Hay marcas que se mantienen gracias a la comunidad LGBTTTIQA+  y aun así tienen un historial de maltrato. Una tiene que pensar y opinar con su cartera. Trato de apoyar a marcas independientes o negocios pequeños. También tengo muy claro que no voy a pararme en un sitio en el que se han reportado agresiones. Ahora que veo lo popular y monetizable que ha sido la segmentación de mercado, cada fin de año reviso los estados de cuenta de las empresas grandes y, con base a eso, puedo decir que los apoyos dirigidos a la comunidad son casi nulos. Me alegra ver que hoy en día hay más apertura y políticas de inclusión. Desafortunadamente, muchas veces son forzadas y/o para limpiar la imagen después de un escándalo”.

Xitlali, por ejemplo, es una de las personas cuyo entorno laboral conserva “cláusulas de decencia”. Para ella, uno de los grandes desafíos de la comunidad LGBTTTIQA+ es brindar verdaderos espacios seguros. 

“Creo que se ha perdido su significado”, asume, “a veces se malentiende y se cree que es una acreditación para hacer lo que quieras. Cuando en realidad se trata de que no suframos consecuencias por quienes somos”. 

Aunque “de plano no pueda salir del clóset en su trabajo”, extiende la mano a les jóvenes con historias que le recuerdan a la suya. Le escuchan y agradecen. Algunes en silencio, otres con mensajes en redes sociales o saludos amigables en los pasillos de la universidad.

No todes saben que su profesora favorita creció con experiencias similares.

Las historias LGBT+ importan

Suscríbete a nuestro boletín y recibe en tu correo electrónico una selección de historias y noticias LGBT+.