“Hago cosas que a mi infancia y adolescencia les hubiera gustado o soñaba con hacer”, reflexiona Astra Lem el 18 de abril de 2023, día en el que se cumple año y medio de su transición. Acompañada por apellidos como Mutante Veneno y Terrible, a sus 25 años, la artista multidisciplinaria desviste interrogantes que, a la mayoría de las personas nos pisan los talones por la ambigüedad que conllevan.
¿Para qué y por qué existimos? ¿Cómo habitamos el mundo y qué esperamos de él? Para Astra, la vida consiste en “dar salida a los sueños que tuvo de niña”. Es madre de una generación de jóvenes que ven en los escenarios y lienzos un refugio y una ruptura.
Pero ella también estuvo en ese lugar: fue una infancia y adolescencia trans que se sintió ajena a los espacios y, por fortuna, a los mandatos de un sistema cuyo mayor defecto es la incapacidad de imaginar otras formas de existir.
Al pensar en retrospectiva, considera que varios de sus encuentros responden a la accidentalidad. Sin embargo, el arrepentimiento no es un soplo que peregrine entre las grietas que la sostienen.
Su educación básica estuvo marcada por la convivencia en un colegio exclusivo para varones. “No es una experiencia envidiable”, recita en medio de una carcajada sutil pero franca.
Durante la pubertad, trató de encajar en un equipo de fútbol, un grupo de Taekwondo y “otras actividades agresivas”. No se sentía una intrusa. La conquistaba una sensación de vacío que empezó a desvanecerse cuando en la secundaria tuvo sus primeras clases de flauta travesera.
Ser parte de la orquesta provocó que años después quisiera dedicarse a la producción, aspiración que quedó al margen por los costos de estudiar la carrera en música.
Pero nunca dejó de soñar. En una ocasión, ella y otres chiques con talento para los instrumentos se presentaron en el Centro Cultural Ollin Yoliztli. “Yo también quiero estar en un escenario”, entonó en silencio mientras, una vez más, las artes se presentaban como su lugar seguro y como el epicentro de una mujer que, al llegar a la etapa adulta, continuaría mostrando devoción a X-Men, un universo que siempre fue promisorio para “una Reina Mutante”.
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Astra terminó su carrera en Arte y diseño en medio del caos. Cuando la dirección de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Azcapotzalco la contactó para notificarle sobre el reconocimiento a su investigación sobre VIH (VIHDEOSFERA), la multi artista no sólo se enfrentó a las dificultades derivadas de la pandemia por COVID-19.
Dos años después, en noviembre de 2022, confrontó la transfobia disfrazada de burocracia. Aunque la UAM “tiene una perspectiva muy social” y brindó acompañamiento en la maquetación de un proyecto sobre la “resistencia de mujeres pioneras en el activihsmo mexicano”, expuso algunas de las hostilidades que viven las poblaciones trans y no binaries en el ámbito educativo.
Mi universidad (UAM) me entregará mi diploma por haber ganado el Premio a la Investigación de Diseño, pero no quieren respetar mi nombre elegido, a pesar de que insistí y les demostré que soy una mujer 🏳️⚧️
— Astra Lem 🏳️⚧️ (@astralemm) November 16, 2022
Meses previos a la viralización de su denuncia en Twitter, la invadió una retórica de que su “proceso de transición no sólo era violento para ella, sino también para las personas que la rodean”. La intrusión de este pensamiento derivó de una ruptura amorosa/afectiva.
“Terminé con un exnovio que me dijo que no le gustaban las mujeres trans. Ese día, un amigo me estaba enseñando a maquillar. Vi mi reflejo en el espejo y me pregunté: ¿En qué me estoy convirtiendo? ¿Por qué existir y decidir mi libertad implica sentir este rechazo?“
Después de esa fractura, Astra se fue a casa; miró a su mamá y manifestó su nerviosismo a “convertirse en un monstruo”. Así pasaron varias semanas.
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Desde su primer ensayo con la flauta, supo que la música era un lugar seguro. Pero la sensación de vacío estaba presente. No era el instrumento y tampoco que careciera de pasión. A sus 25 años, la madre de House of Mvtante, está convencida de que de haberse dedicado a dicho ámbito quizá “no podría ser ella misma”.
Necesitaba mutar y convertirse en ese ser deambulante que le presentó Marvel a lo largo de la infancia. Fue así como edificó su hogar a través de las desobediencias que empapan a la cultura ballroom.
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Como todo contacto con la intimidad, el drag implicó la resignificación de episodios dolorosos. Scantyo, Kyróntula, Anémona de luz, Bauh, Kohlópoda y Nyux no sólo han protagonizado la hibridación disruptiva entre las técnicas del diseño y las políticas del cuerpo. Desde diciembre de 2021, han sido fragmentos con los que Astra empieza a “curar las heridas de su adolescencia”.
“Ya no existe ese vacío. En mi día a día es muy evidente el odio, las miradas y el acoso. Eso me lastimaba mucho. El drag me llevó a encontrar otras formas de acuerparme y vivirme”.
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La existencia mutans/mutantis no es ermitaña. Se habita y defiende a través de la amistad y la familia. Astra dice ejercer la maternidad por accidente.
Su nombramiento como “una figura respetada para acuerpar” la tomó por sorpresa. Además de “reflexionar sobre las jerarquías y la replicación de las dinámicas de las relaciones familiares consanguíneas”, proyectos como Juntrans —del que es cofundadora — han rescatado el potencial de las complicidades afectivas.
“Después de seis o siete meses, me hicieron madre de House of Veneno. Fue un honor y logro. Pero renuncié porque no me sentí capaz de maternar personas con las que no hay un vínculo tan profundo”.
Aunque “nunca pensó ser madre”, uno de sus sueños —romantizado, asume — fue “formar una familia creativa”. Sumado a un frenesí artístico, la apuesta era “compartir vivencias de reconocerse como monstruos de la sociedad” desde un sentido propio y combativo.
En los últimos años, el trabajo de Astra con asociaciones que luchan por los derechos de las personas que viven con VIH le ha ayudado a concebir una idea sobre cuáles pueden ser algunas vías para hacer de las Artes un espacio en el que las, les y los artistas trans encuentren un refugio y, a la vez, una oportunidad de sanar.
“Necesitamos reconocer el talento de las personas trans y no binaries. Más que propiciar espacios o becas, podría haber un ejercicio colectivo en cuanto a la educación y formación de las próximas generaciones de artistas de las sexodisidencias”.
“Yo también quiero estar en un escenario”, fueron las palabras con las que Astra, a una edad muy temprana, se convenció de que necesitamos mutar para vivir lo que soñamos. Lo está logrando.
Sea en los escenarios, la campaña “Sácate la duda” o las miradas víricas de VIHDEOSFERA, hace eco a la promesa que ella vio en X-Men cuando era pequeña: habitar y resignificar la monstruosidad son otras posibilidades de existir. El futuro se transforma y nosotres con él.