Opinión

Viaje al pasado: familia, nostalgia y redención en “Todos somos extraños”

Cualquier tema, o cualquier idea para una película, necesita de una buena historia. Incluso si hay buenos personajes, bonitas escenas, buenas conversaciones, buenos momentos, todas esos ingredientes necesitan una buena historia que habitar, o corren el riesgo de perderse de la memoria. Entre las cosas que voy a recordar del 2024, probablemente para toda la vida, está “Todos somos extraños”, la nueva película del director-escritor Andrew Haigh. Qué buena historia.

En el 2011, la película “Weekend”, del mismo autor, tuvo un efecto parecido. Durante años senté (o acosté) a varias parejas y amigos a verla, casi siempre abrazados. No sé si vuelva a tener nuevas parejas, o nuevos amigos, pero los que ya tengo corren el mismo riesgo con “Todos somos extraños”. Es una película para ver abrazados.

Va así: Adam, un solitario escritor de televisión, empieza una relación tentativa con su vecino, Harry. Ambos viven en un edificio prácticamente vacío, excepto por ellos dos, una torre de departamentos, que sirve de acento moderno, silencioso y solitario, en medio de la ruidosa urbe de Londres. El misterioso Harry se presenta a la puerta de Adam una noche, de la nada, borracho, huyendo de la soledad, coqueteando, buscando alguna aventura, algún momento. “Hay vampiros en mi puerta” dice sonriéndole a Adam, una referencia a la canción “The power of love” de Frankie goes to Hollywood, “I’ll protect you from the hooded claw, keep the vampires from your door” dice el verso completo. Conforme avanza la historia, poco a poco sabremos más de los vampiros a la puerta de Harry, y de los de Adam, y tal vez de los de nosotros.

A mis cuarenta años, no muy lejos de la edad de Adam, el protagonista (interpretado por Andrew Scott de 47 años), no soy el mismo que era a los 28, cuando tenía la edad de Harry (Paul Mescal), el otro protagonista. Pero no todo cambia. No sabía las ganas que tenía de ver una película así entonces, y no lo sabía tampoco ahora. No quiero exagerar (aunque probablemente ya lo hice) es sólo una película después de todo.

Pero la premisa sobrenatural es esta: Adam, en un arranque melancólico, toma un tren de regreso a su casa de la infancia, en un suburbio apartado de la ciudad, donde encuentra a sus padres, quienes murieron hace 30 años en un accidente automovilístico. Más jóvenes que él, de la misma edad que tenían cuando murieron, sus padres lo reciben con emoción y naturalidad, y le brindan una noche en familia, una fiesta íntima de bienvenida a su hijo pródigo, que regresa a visitarlos, a platicarles qué ha hecho de su vida desde la última vez que se vieron, cuando Adam tenía 12 años. Hay mucho qué decir, y se va diciendo a lo largo de varias visitas. Adam es gay, por ejemplo, algo que sus padres no alcanzaron a saber antes de morir, aunque tal vez lo llegaron a sospechar.


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El romance entre los dos protagonistas comienza con una sugerencia “¿Qué tal si te beso?”, pregunta Harry. Ahí supe que me iba a enamorar de ellos. Así ha sido siempre cuando me enamoro, siempre hay una tensión nerviosa, cálida y suave, que culmina en una sonrisa, y en una sugerencia. La observación íntima, genuina, de una experiencia vivida es lo que me sumergió en la película para no dejarme escapar, ni siquiera después de que salieron los créditos.

¿Has escuchado el término en inglés “pandering”, darle a la gente lo que quiere? Regularmente se refiere a un tipo de cinismo, a un deseo de manipular, “pan y circo”, que se hace para conseguir aprobación, o adulación, tratando de endulzar el juicio sobre cualquier cosa que se esté analizando.  “Todos somos extraños” me dio lo que quería, pero de una manera generosa, panecito para el alma, circo para los sentimientos. La película identifica una vena sensible, y es a través de ella que se introduce y vive en espectadores como yo, que la tenemos particularmente sensible.

Así que ya sabes, toma mi opinión con un grano de sal, el “pandering” funcionó conmigo. 

No va a ser igual para todos. Tal vez el final no sea de tu agrado, tal vez demasiado dramático; o tal vez la película sea demasiado lenta, muchas escenas en silencio. Pero la película está construida con tal cuidado que es casi posible admirar su forma independientemente de su contenido. Cuando escuchas un buen diálogo, sabes que está bien escrito, cuando una premisa es intrigante, sabes que al autor está pensando en ti, tratando de ganarse tu atención, respetando tu tiempo, estimulando tu curiosidad. La contemplación artística al servicio del entretenimiento, y viceversa.

Me voy a dar el permiso de compartirte una de mis escenas favoritas, tal vez sirva para darte una idea de cómo está la cosa:

HARRY: Se puede decir que me moví a la orilla. O casi a la orilla, al límite. Del otro lado.

ADAM: ¿Cómo?

HARRY: Me fui a la orilla de la familia. Mi hermana y sus hijos, y mi hermano que se acaba de casar, ellos tienen su lugar en el centro. Pero no pasa nada.

ADAM: ¿Por qué no pasa nada?

HARRY: Porque de todos modos no voy mucho a casa.

ADAM: ¿Y eso no te pone triste?

HARRY: No, era inevitable, la verdad. Siempre he sido un extraño en mi propia familia. Y luego, cuando salí del clóset, sirvió para explicar algo que siempre estuvo ahí. Así que al final, no es culpa de nadie.

¿Qué pasa?

ADAM: Es chistoso. Ahora las cosas están mejor. Por supuesto, pero no hace falta mucho para hacerte sentir como entonces, otra vez con el corazón en carne viva.


Todos somos extraños (All of us strangers) se estrena en cines de México el 29 de febrero. 

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